Entrevista a Juan Antonio Planas
Aurora Campuzano
Corren tiempos difíciles para la educación; el entorno escolar se ha vuelto más complicado y el perfil del alumnado no siempre responde a las expectativas del aprendizaje. Con este panorama, el orientador escolar se ha convertido en una figura imprescindible. Pero ¿somos capaces de calcular el verdadero potencial de estos profesionales? Y, en todo caso ¿existen los medios suficientes para sacar el máximo partido de su labor? Juan Antonio Planas es Presidente de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España. Presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía y, además, es miembro del Consejo Social de la Universidad de Zaragoza.
Todos estamos de acuerdo en la importancia de la orientación escolar en tiempos como los que corren .Pero, ¿se saca todo el provecho a estos departamentos? ¿Se consigue captar todo su potencial?
R.- El papel de los Servicios de Orientación es importantísimo en el sistema educativo actual. Son la pieza clave para detectar a tiempo cualquier problemática educativa o personal en los alumnos, asesorar al profesorado y a las familias. Pero el nuevo rol de la orientación debe ser mucho más ambicioso, debe estar dirigido a la formación y al asesoramiento al profesorado y no tanto a las intervenciones clínicas centradas en unos pocos alumnos. En otras palabras, la nueva dimensión de la orientación debe abarcar a toda la comunidad educativa, a los alumnos, a las familias. Y, desde luego, a los profesores.
Unos profesores que, por otro lado, se encuentran a veces desorientados al enfrentarse a determinados alumnos y a un nuevo contexto social…
R.-Se puede aprovechar nuestra formación psicopedagógica y nuestra experiencia docente en la formación inicial del profesorado de todos los niveles. Hay que tener en cuenta que en estos momentos se está instaurando el máster para el profesorado en Secundaria que sustituye al CAP. El gran cambio es que el profesorado necesitará unas prácticas reales en los centros educativos y, para ello, se seleccionarán determinados centros y a sus profesores para que ejerzan de tutores. Nosotros creemos que los orientadores somos los profesionales adecuados para la tarea. porque tenemos formación psicopedagógica y didáctica y menos carga lectiva.
LOE y orientación
¿Ofrece la LOE el marco adecuado para potenciar este modelo de orientación escolar?
R.- La LOE asigna a los orientadores un papel definitivo, por ejemplo, la evaluación psicopedagógica para acceder a los programas de integración o compensatoria, programas de aprendizaje básico (PAB), programas de refuerzo, orientación y apoyo (PROA), diversificación curricular o programas de cualificación profesional inicial. (PCPI). Es paradójico que por un lado, se les asignen cada vez más funciones y, por otro, se escatimen recursos humanos y no se reconozca explícitamente nuestra labor.
Prevención
En ese nuevo perfil del orientador escolar aparece la parcela preventiva.
R.- Efectivamente, se está observando que la orientación cada vez va a ser más importante en la sociedad del futuro, por su labor preventiva. Es necesario intervenir en los problemas antes de que se hagan más serios e irresolubles. No es lo mismo incidir en los problemas de aprendizaje, en los trastornos de personalidad, en la desmotivación o en la baja autoestima cuando éstos empiezan a aparecer que hacerlo al cabo de varios años. Posiblemente entonces sea demasiado tarde porque se producen expectativas desfavorables, conductas disruptivas, escasos hábitos de trabajo y un sinfín de dificultades que suponen un malestar para el alumnado y las familias. Por mi experiencia de más de 20 años como maestro y como orientador he comprobado que cuanto, antes se incide en cualquier problema educativo, mejor es el pronóstico para el futuro.
Las familias siguen quejándose de que faltan medios, por ejemplo, para detectar un problema cognitivo o de conducta en sus hijos. Y de que los canales de actuación son lentos o demasiado burocratizados…
R.- Y con razón. Cuando una familia se encuentra con un hijo disruptivo, desmotivado, con dificultades de aprendizaje o que está sufriendo acoso escolar, no podemos acudir a soluciones generalistas a varios años vista. Es preciso dar una respuesta rápida. Con el modelo actual es prácticamente imposible atender debidamente a la totalidad de los casos con algún tipo de problemática. Los orientadores coincidimos en que no podemos continuar con este proceso tan lento y burocrático. ¿Cómo podemos explicar a un adolescente que viene con una crisis de ansiedad, derivada por la separación traumática de sus padres, que no podemos atenderle hasta dentro de quince días porque hay que elaborar veinticinco informes antes?
¿Y cómo recibe el resto del colectivo profesional a los compañeros orientadores? ¿Hay recelos? ¿Hay aceptación?
R.- Hasta hace unos años había una parte del profesorado que asociaba la existencia de orientadores a más conflictos en las aulas y a más trabajo para el profesor. Por desconocimiento, se nos acusaba de todos los males del sistema educativo. Por suerte, conforme nos van conociendo, la visión ha cambiado totalmente. La mayoría del profesorado no sólo nos considera imprescindibles para que funcionen correctamente los centros, sino que con frecuencia ellos mismos nos solicitan asesoramiento y orientación. Hay que asesorar al profesorado en cuanto a problemáticas que antes no existían o se desconocían, como el déficit de atención, la hiperactividad, las ludopatías, la anorexia, la bulimia o la drogadicción. También precisan orientación en temas como: materiales específicos para trabajar en esa disparidad, agrupamientos más reducidos, las nuevas tecnologías aplicadas a la educación, información sobre instituciones especializadas, etc. Por eso cada vez se nos valora más y la aceptación entre el profesorado es mayor.
¿Cómo es el día a día de un orientador?
R.- Extremadamente complejo. Si es importante poseer una gran capacidad emocional para ser un buen profesor, en el caso del orientador es todavía más necesaria. Continuamente estamos resolviendo conflictos y problemas, en ocasiones muy duros. Disponemos de un tiempo en el que debemos planificar perfectamente si vamos a aplicar unas determinadas pruebas a ciertos alumnos, mantenemos frecuentes entrevistas, tanto con profesores como con familias, o con el propio alumnado, dirigimos las reuniones con los tutores, participamos en las reuniones de las Comisiones Pedagógicas, nos coordinamos con otros servicios sanitarios o sociales y en secundaria también impartimos docencia… Además, hay que tener la suficiente flexibilidad para hacer frente a un conflicto imprevisto y dedicar un buen tiempo a las familias. En definitiva, mucho trabajo.
¿Cuáles son las propuestas del colectivo en un contexto social y legislativo como el actual?
R.-El modelo que planteamos es el de una orientación de calidad para toda la comunidad educativa y a lo largo de toda la vida. Por tanto, habría que contemplar de igual manera la orientación en los centros de personas adultas, en la Universidad y en las Enseñanzas Artísticas. Pero, independientemente de la etapa escolar, no es de recibo que un solo orientador deba atender a más de 1.000 alumnos con sus respectivas familias. Pensemos en que sólo hubiera un médico en cada localidad sin tener en cuenta el número de habitantes. Son necesarios muchos más orientadores para contribuir a que nuestro sistema educativo fuera de calidad, tal como recomienda la UNESCO: una ratio de 1 orientador por cada 250 alumnos. Faltan medios y ese es un obstáculo que hay que superar.
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