1 ene 2013



Siempre he hablado del peligro, no tanto de una brecha digital que en general irá desapareciendo al paso del desarrollo económico en algunos lugares, sino de la que denomino brecha de aprendizaje: en el caso de mucha gente, sobre todo de determinadas edades pero no de forma exclusiva por un factor de edad, lo que falla es la inexistencia de una cultura del aprendizaje. Nadie les enseñó, dicho en otras palabras, que tendrían que estar aprendiendo durante toda la vida, actitud que es imprescindible si queremos vivir en las denominadas sociedades del conocimiento actual. 
Se trata de una de las características principales de las TIC: estar en evolución, en beta permanente, exigiendo una actitud similar en aprendizaje por parte de los/las que las utilizamos.
Ocurre de forma espontánea, en cuestiones simples, para los denominados “nativos digitales” que ni siquiera se dan cuenta (a veces incluso hasta puntos peligrosos si se trata de cuestiones de privacidad), de los cambios en las herramientas que utilizan. Pongo siempre un ejemplo simple, de carácter intergeneracional: si a mi padre le cambian la interface de Gmail, si el cambio es tan simple como de localización del botón de envío es probable que me llame de inmediato:  ¡No encuentro el botón!. Tendré que mostrarle dónde está y es posible que, cuando se trate de un cambio más trascendente, me resulte complicado hacerlo (el primer vídeo, una parodia sobre la evolución del papiro al libro, resultará muy gráfico al respecto). Estoy segura de que mi hija no se dará ni cuenta… En mi caso de inmigrante digital ocurrirá que acostumbrada a aprender de forma permanente perciba, me de cuenta del cambio y si no es de gran alcance sepa solucionarlo de forma instintiva. Si no lo logro lo “googlearé”  y solucionaré en un periodo corto de tiempo.
Ocurre en muchos sectores pero en educación el tema es especialmente grave, sobre todo si tenemos en cuenta que los que no quieren o no han aprendido a aprender, actualizar sus conocimientos a los tiempos en los que viven, son los encargados de enseñar a los chavales.
La segunda parte del segundo video es prescindible, trata sobre la mejora del sistema educativo australiano. La primera sin embargo, apoyando la idea anterior, no tiene desperdicio: Los mejores maestros son los mejores aprendices.  No se trata tanto de títulos, no se trata tanto ni siquiera de lo que ya se sabe. Tampoco se de rigurosos estándares  ni de políticas educativas… Se trata, de nuevo, de que debemos enseñar a los maestros a ser aprendices, capaces de adaptarse a los contextos, tecnologías, lenguajes del mañana y acompañar las ganas de crecer, crecer con los alumnos.
Ese debe ser el centro de los sistemas educativos: el profesor y sus ganas de seguir aprendiendo. Fomentar mediante comunidades, políticas de recursos humanos adecuadas, campañas de sensibilización general de la población hacia valoraciones más positivas del maestro, la propia formación docente o como sea esa cultura, la del Aprendizaje permanente, serán siempre inversiones excelentes.
Añadiría la idea con la que suelo cerrar la argumentación anterior ante jóvenes y mayores. La aprendí en una charla con una científica en activo de más de 80 años: solamente se envejece cuando se pierden las ganas de aprender, cuando se deja de vivir en los tiempos que corren.
Eso es lo que deseo para 2013, cruzarme por el camino solamente con lectores, amigos, otros profesores, gente con la que dialogar en general que sean capaces de ser…  eternamente jóvenes.
Feliz entrada de año. Autor el Caparazón