7 ene 2012


La Educación Social y el control de los adolescentes en conflicto con la ley penal (Parte I)

PorDiego Silva Balerio:  dsilbab@adinet.com.uy Martín Rosich: mrosich@adinet.com.uy


Las sociedades occidentales enfrentan dos problemas principales: la distribución desigual de la riqueza y la distribución desigual del acceso al trabajo remunerado. Ambos problemas pueden dar lugar a disturbios. La industria del control del delito está preparada para enfrentarlos: provee ganancias y trabajo al mismo tiempo que produce control sobre quienes de otra manera perturbarían el proceso social[1]
Nils Christie

Hay un acto de violencia / en la fría madrugada, / que no escapa a la conciencia / del que pega sin razón
Vuelan palos por el cielo / en el suelo buena gente /  que aterrada por el miedo / va perdiendo el corazón......
La Vela Puerca.

SUMARIO

1. INTRODUCCIÓN.  2. ¿ES POSIBLE SUPERAR LA PARADOJA?.  3. LA ACCIÓN EDUCATIVO SOCIAL DE LA LIBERTAD ASISTIDA.  4. OBJETIVOS DE LA ACCIÓN.  5. ETAPAS DE LA INTERVENCIÓN.  6. LOS CONTENIDOS EDUCATIVOS.  7. CONCLUSIÓN.

 

1. INTRODUCCIÓN


En las intervenciones educativo sociales dirigidas a adolescentes en conflicto con la ley penal conviven como en jano[2] dos caras opuestas: el control social institucional y la educación social. Muchas veces tal paradoja no se hace presente ya que falta una de las caras, en general la educativa. Es necesaria esa doble visión, esos supuestos opuestos que deben procurar reunirse, primero manteniendo un equilibrio, para que luego este se rompa hacia lo educativo social. Estas intervenciones no deben tener un efecto morigerador sobre el sujeto, sino que deben plantearse con las características de conservación y de cambio. Conservación en el sentido de adoptar las pautas de convivencia de la sociedad en que nos toca vivir, y cambio como opuesto a la adaptación servil y como reformulación de los proyectos de vida[3], tendiente a disminuir los niveles de vulnerabilidad al sistema penal, aumentando la vigencia de sus derechos ciudadanos y potenciando las instancias de inserción comunitaria.

2. ¿ES POSIBLE SUPERAR LA PARADOJA?

Partimos de la idea que los adolescentes captados por el sistema de justicia juvenil son extremadamente vulnerables a su poder. El ejercicio del poder punitivo del Estado encuentra en los jóvenes pobres buenos candidatos para sus políticas represivas. Pero malos destinatarios de las políticas sociales, no porque las rechacen, sino porque ellas no les llegan. En estos últimos años hemos experimentado un aumento de las detenciones policiales a los niños, niñas y jóvenes[4], así como un aumento de las políticas del Ministerio del Interior en áreas que no son su competencia habitual. Esto lleva implícito algunos peligros ya que corremos el riesgo que muchas de las políticas sociales dirigidas a los y las jóvenes queden en manos del órgano encargado de la función represiva del Estado.

Consideramos necesario entrar en el tema específico de este trabajo con varias preguntas que desde nuestra perspectiva, y desde nuestro marco referencial pretendemos responder, aunque sea en forma parcial. ¿Por qué hablar de acción educativa cuando trabajamos con adolescentes en conflicto con la ley? ¿Medidas socioeducativas o sanción educativo social? ¿Qué quiere decir –para nosotros- una sanción educativo social? ¿Qué significa lo educativo social? ¿Qué contenido tiene una acción educativa  en ese contexto?

Es necesario desenmascarar, problematizar algunos conceptos que se han naturalizado. Cuando se habla de “medidas socioeducativas”, “medidas de seguridad educativa”, etc. no se da la dimensión real a esos conceptos. Cuando se aplica una “medida” a un adolescente por una infracción parece algo inocuo, algo bueno para él. Pero digamos las cosas por su nombre, tanto las “medidas de libertad asistida”, como las “medidas de seguridad educativa” son sanciones, son una respuesta de la sociedad (policía-justicia-administración) a un acto de un adolescente considerado delito por la ley penal. Hablamos de sanción porque estas medidas restringen derechos. Así como la privación de libertad implica una restricción masiva de casi todos los derechos humanos –libertad, intimidad, familia, etc.-, la libertad asistida también implica la restricción de derechos en la medida que involucra la asistencia a entrevistas, hablar de temas que a priori no está dispuesto o en algunos casos no le interesa y un esfuerzo por reflexionar y problematizar su realidad, entre otros aspectos que abordaremos más adelante.

Las intervenciones educativo sociales en términos generales podemos decir que revisten dos caracteres primordiales: la prevención y la promoción. Puede ser criticable la expresión prevención para referirse a este tipo de intervenciones educativas ya que tiene implícito algunos aprioris, que tienen que ver con la asignación de categorías de “buenos y malos” a las personas. Aquellos que tienen una “potencial malignidad” que debemos prevenir que se consolide en hechos, usualmente son jóvenes con escaso nivel educativo, sin oportunidades y que viven en barrios al margen de la ciudad. Esta es una visión de la prevención basada en criterios reñidos con los derechos humanos y la doctrina de la protección integral de niños, niñas y adolescentes, ya que las contradicciones que mencionamos vician el concepto de elementos de carácter médico, tratando a los adolescentes responsables de infracciones como enfermos que hay que sanar.
En otro sentido, conceptualizamos y concebimos a la prevención, en este tipo de intervenciones caracterizadas por la selectividad del control social, desde una perspectiva distinta que implica disminuir los niveles de vulnerabilidad de los sujetos a la violencia del sistema penal. Por ello preferimos hablar de promoción social, es decir que estas intervenciones tiendan a garantizar los derechos de las personas, que aunque consagrados legalmente no se efectivizan en sus vidas cotidianas.

Estamos aquí ante dos visiones claramente diferentes, que requieren un posicionamiento ideológico entre una visión de seguridad ciudadana y otra de Derechos Humanos. Nuestra mirada no esta fijada en el control social a través de la prevención de la delincuencia, sino que suscribimos los diferentes análisis criminológicos críticos[5] acerca de la selectividad brutal del sistema de control social. Que nos deja como resultado la criminalización de los sectores sociales de menores ingresos, aquellos donde el límite entre los privado y lo público[6] se torna más difuso y quienes se encuentran a mayor distancia relativa a los círculos de poder, tanto económico como político.

Hecha esta precisión, volvamos a la idea de la libertad asistida y las sanciones educativas en general, que se integran de dos componentes: el control social y la acción educativa social. Lo cual seguramente genera en el lector algunas interrogantes: ¿Cómo conviven estos dos componentes? ¿Por qué "el infractor" que cumple una sanción debe ser "forzado" a una acción educativa?.

Las respuestas a la infracción de los jóvenes deben tener contenido educativo[7], ya que estamos ante sujetos que se encuentra en proceso de desarrollo físico y psicológico, para quienes la sociedad establece toda una serie de dispositivos de formación de sus ciudadanos ( ej.: escolarización). Su situación de haber cometido una infracción a la ley no implica que no se trabaje para que el resto de sus derechos puedan efectivizarse, o al menos iniciar una trayectoria[8] hacia su concreción.
En ese sentido la educación social es una disciplina propicia para dar sustento a una tarea educativa con jóvenes que han cometido infracciones a la ley, ya que involucra espacios y estrategias más amplias para intervenir, existiendo "un más allá de la escolaridad en el que encuentran expresión una serie de contenidos valiosos para la movilidad y circulación social, que resultan fundamentales al momento de concretar y conservar la inclusión social del individuo y expresar una dimensión amplia de la cultura"[9]

Dicho esto sin perder de vista la perspectiva de los derechos humanos. Primero, porque no es posible educar a nadie si no quiere, el sujeto debe tener la libertad de optar, y para optar debe conocer, porque se trata de un ciudadano, y como tal con derecho a la educación. Ampliando la idea, volvamos a referirnos a las especiales condiciones de vida de los jóvenes con los que trabajamos[10], que los hace particularmente vulnerable al sistema punitivo por su condición social de pobreza y hasta de exclusión. Pero, claro está, que no dejan de ser ciudadanos, y como tales titulares de derechos y responsabilidades. La responsabilidad que lo hace responder a las normas de convivencia democrática (y por ello responsable de infracción) y el derecho -entre otros- a recibir educación, ya que como se ha dicho, esta sanción implica cierta restricciones, pero no suspende el ejercicio de sus derechos.
Lo que tiene que ver con su derecho a la educación pasaría por su acceso al sistema formal, al cual todo niño y adolescente uruguayo accede en el marco de su derecho a la educación, y como obligación de los padres para con sus hijo. Pero en el caso de cualquier niño o adolescente su derecho a la educación, no es del tipo “social”. La sociedad no ha establecido formalmente la educación más allá de la escuela, que es el único instrumento laico, gratuito y “obligatorio”[11] (Constitución y CIDN). La intervención educativa social para “todos los niños”, depende de la voluntad del sujeto de la educación, de aceptar ser parte de la relación educativa y por tanto receptor de los contenidos culturales transmitidos por el educador. Entonces, en la libertad asistida en el marco del control social, por causa de una infracción a la ley penal, lo que entraría en juego cuando hablamos del “derecho a la educación”, es el derecho a participar en el sistema educativos (escuela y liceo), y uno de los contenidos de la educación social es favorecer el ejercicio de ese derecho a través del apoyo al acceso a la educación formal. Por lo tanto, si fundamentamos lo educativo más allá de la responsabilización por la infracción, hablemos de la oportunidad de “ofrecer” ser parte de una relación educativa para transmitirle contenidos culturales que mitiguen la exclusión, que el propio proceso judicial, muchas veces consolida por los efectos de estigmatización secundaria. Producto de que la vida del joven se torna más publica para la policía, el sistema de Justicia y el INAME

Otro argumento, tal vez controvertido, aunque nuestra hipótesis es que de plantearse el trabajo con el joven en razón de la infracción cometida, lo que la Convención refiere a medida educativa, implica el abordaje educativo social.  Es decir, la transmisión de contenidos culturales que favorescan la inserción y el ejercicio de los derechos por parte del o la joven. ¿Por qué? Porque la personalidad de un sujeto no puede dividirse en parcelas diferenciadas, de manera de abordar concretamente aquella que involucra lo delictivo, aunque pueda ser posible, lo cual es dudoso, fragmenta al sujeto. Por el contrario, hablamos de que el adolescente responde por una acto infraccional, y en el marco de una sanción penal se le aplica una “medida” de carácter “educativo”, como lo indica la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Así es que debe concurrir  a un programa de libertad asistida donde deberá hablar de lo sucedido, y donde también se le hará una oferta educativa. El adolescente tendrá la oportunidad de aceptar ser parte en una relación educativa social, y en ella, estará la otra cara de Jano, el espacio que ofrecerá bienes culturales, que aportará a su promoción y a mitigará su vulnerabilidad al sistema punitivo que lo captó.

Por lo tanto, la acción educativa social es necesaria para abordar la responsabilización por la infracción, en tanto lo mandata la ley, surge de un evento de lo social (infracción), e involucra a un ser social. Pero en esta intervención, para que no se transforme en la manipulación de un “objeto de derecho en situación irregular”, se debe tener bien presentes su condición de sujeto de derecho,  en el respeto absoluto de su derechos humanos y sus derechos especiales como persona en proceso de desarrollo. Motivo por lo cual el programa respetará su libertad, su intimidad, su opinión y le apoyará en su progresiva efectivización del resto sus derechos civiles, políticos y sociales.

Hasta aquí nos hemos esforzamos en explicar él por qué de esta mixtura entre sanción y educación. Pero, ¿por qué  educación social? Para ello acudimos a Violeta Nuñez, que define a la educación social, como "...un conjunto de prácticas diversas, (que) encuentra lo específico de su definición en el cruce de la labor pedagógica con diversas instituciones de política social; trabaja en pro de la promoción cultural de los sujetos para su inclusión en lo social propio de cada época."[12]  En ese sentido la educación social dada sus flexibilidad para el trabajo educativo en múltiples espacios se constituye en la disciplina y conjunto de acciones idóneas para la práctica pedagógica con jóvenes en conflicto con la ley penal. Y así cómo la educación social ha ido más allá de la escuela, directo al barrio, al encuentro con los niños y jóvenes, también debe llegar al propio sistema de control, ya que ella "...se desplaza a muchos lugares para que la exclusión no lo ocupe todo"[13].

En suma, lo educativo social de la sanción se explica como medio para garantizar derechos y generar oportunidades que rompan con el circuito que parte de la vulnerabilidad social, pasa por el sistema punitivo y vuelve a la situación de vulnerabilidad con riesgos de cronificación.
Por ello este tipo de intervenciones con una doble cara, cumplen una función de control social y por otro lado una educativo social, tendiente a propiciar los caminos y trayectos para que los sujetos puedan integrarse de la mejor forma posible en su sociedad.

Somos absolutamente concientes de los riesgos de intervenciones educativas en el ámbito del control social[14], ya que existen muchas posibilidades de caer en la trampa de un discurso educativo con prácticas de mero control. ¿pero cual es la opción? ¿dejar que el control social lo ocupe todo? ¿O generar una brecha en ese control social para apostar por la reflexión crítica y la integración social? Nuestra opción no es otra que asumir ese riego, por ello se hace impostergable la fundamentación pedagógica de las acciones, la crítica y el análisis de nuestras prácticas cotidianas.


3. LA ACCIÓN EDUCATIVO SOCIAL DE LA LIBERTAD ASISTIDA


Para iniciar este apartado consideramos importante acotar los límites de este trabajo. Ya que nos vamos a referir a la acción educativo- social que se lleva acabo con adolescentes de 14 a 18 años que derivados por el Poder Judicial cumplen la sanción de libertad asistida.
En ese sentido entendemos a la libertad asistida como una sanción de carácter educativo-social dirigida a adolescentes que han cometido infracción a la Ley Penal, ejecutada desde el marco de la vida cotidiana del adolescente, que mantiene el goce de la libertad, desarrollando su vida integrado a un medio familiar.

Con el objetivo de desarrollar este concepto, y con fines analítico, abordaremos sus tres componentes esenciales.

Sanción: la libertad asistida es una respuesta a un acto infraccional de un adolescente donde necesariamente se produce la restricción de ciertos derechos.

Carácter educativo-social: la sanción no tiene un carácter punitivo en el sentido de infringir algún tipo de dolor[15], sino que implica una propuesta educativa social tendiente a propiciar la inserción social del individuo y su circulación por los diferentes ámbitos barriales y sociales amplios.

Vida cotidiana: Toda acción educativa intencionada parte de la evaluación de las necesidades educativas del sujeto de la educación, en este caso con especial énfasis en el conocimiento de su cotidianeidad. Por ello debemos tomar  en cuenta -que como ya lo hemos dicho-, el adolescente mantiene su libertad ambulatoria, sólo restringida por la concurrencia a entrevistas en nuestra sede. Pero de hecho continúa en su hogar, con los estímulos y relaciones cotidianos. La relación educativa surgida, será una ruptura de su rutina. Ya que en esas entrevistas con su educador se quebrará su cotidianeidad, problematizando su esquema rutinario, con el fin de introducir la reflexión y la critica como instrumentos que mediaticen la acción.

En el caso de la libertad asistida. la relación educativa contiene particularidades propias. Si tomamos en cuenta los modelos más tradicionales, como lo es el caso de los Internados o el trabajo en el propio entorno del joven, en nuestro caso tendremos que existen aspectos de ambos modelos.
Primero porque el joven mantiene su vida cotidiana prácticamente inalterada, en tanto viven en su casa, con sus contactos habituales. Por otro lado, el encuentro con el educador no surge de un proceso en el cual se capta la atención y la voluntad del joven, sino que es producto de un evento intempestivo, obligado por una disposición judicial. Tenemos entonces, un joven en su vida cotidiana que se vincula con el educador -en un principio- de forma obligatoria.

De manera que un proceso que aspire a una acción educativa que ofrezca oportunidades de cambio, y no el mero control, implica que el educador destine particulares esfuerzos en propiciar la consolidación de una  relación educativa basada en el interés del sujeto y su participación. De no producirse la relación educativa, difícilmente podrán transmitirse contenidos y menos podrá apropiarlos el sujeto de la acción. Sólo obtendremos cierto control y en el mejor de los casos un refuerzo temporal sobre las consecuencias negativas de las acciones ilegales –moralización-, quedándonos con un rol de observancia de la decisión judicial.

Educar en el marco de una sanción penal, da para pensar en educación obligatoria, al igual que en la escuela. Claro que si los niños no concurren a la escuela, estos no son sancionados penalmente. De hecho la deserción escolar es moneda corriente y se tiene claro que la respuesta para paliar esta situación no pasa por la represión sino por políticas sociales que favorezcan la escolarización. En Libertad Asistida, al menos en nuestra práctica, la filosofía es la misma, en tanto que si el proyecto educativo del joven no puede llevarse adelante (no hay interés o participación), la respuesta del educador no pasa por servirse de la coerción judicial informando del incumplimiento del joven. La respuesta estará en el esfuerzo por motivar al joven para que visualice los beneficios de la propuesta. No estará en juego el “incumplimiento de la medida” por no querer “ser educado”, si lo estará por no concurrir a las entrevistas.


4. OBJETIVOS DE LA ACCIÓN


Los objetivos de la acción educativa son básicamente dos:
1.      Responsabilización por la infracción cometida, que implica asumir[16] las cosas que le sucedieron, reflexionar críticamente acerca de la infracción, sus implicancias tanto para él, cómo para la víctima. Ese asumir importa una toma de conciencia reflexiva, proyectar las consecuencias de los actos para poder optar. Y llevado a un extremo, aunque dicha opción sea el cometer un delito, que pueda comprender las consecuencias y responsabilidades de tal opción.
2.      Ofrecer una oportunidad de participar de un proceso educativo que apunte al desarrollo de sus potencialidades, la autoestima, la autonomía, así como tienda a disminuir su vulnerabilidad al sistema penal. Esta es la propuesta educativa que implica ofrecer una oportunidad de cambio, para que el propio joven pueda ser actor y director de ese proceso.

Existe en este punto un problema importante, ya que en la educación social ni los contenidos, ni la técnicas, ni la didáctica están demasiado desarrolladas o reguladas. Por lo que quedaría librada al criterio, la formación o ganas de cada educador. Este no es un problema exclusivo del trabajo con adolescentes responsables de infracciones a  la ley, sino un déficit actual de la disciplina.
La idea que guía la acción es la de presentar información nueva, dar oportunidad de conocer nuevos elementos culturales que sirvan al sujeto para hacer un ejercicio más libre en sus elecciones vitales. Pudiendo tener al menos algunos elementos que le permitan analizar reflexiva y críticamente sus elecciones, así como las eventuales alternativas posibles.

Dos son las visiones que tienen que ver con este punto, por un lado la de aquellos que pueden pensar que si se trata de una sanción, de carácter educativo, el trabajo educativo que corresponde es exclusivamente el de transmitir las formas “aceptadas para la vida social”. Porque ese ha sido el mandato judicial. Desde esa lógica puede criticarse el abordaje de otros contenidos que nada tienen que ver con infracciones a la ley o la convivencia social, como el caso de la lectoescritura, el apoyo a la inserción en el sistema educativo, etc.  Pues bien, nos preguntamos ¿Es posible transmitir aisladamente las formas aceptadas de convivencia social? ¿Ello le servirá al joven para algo? ¿Es educativo o moralizante?
Por otro lado, están quienes renegando toda palabra, aunque no todo acto que implique control, plantean que estas instancias son medidas puramente socioeducativas, donde debe expresarse la libertad del adolescente, al extremo de conducir su propio proceso educativo.
Ante estas dos visiones o posiciones extremas, es esperable por el lector, que nos ubiquemos en el medio de ellas, pero no. Nos ubicamos comprometidos en una visión compleja, que parte del sistema social ya que la intervención nace en una sanción judicial, pero desde una visión crítica. Formulando una propuesta que aspira a la utopía de una "democracia crítica"[17], donde todos los ciudadanos estén integrados, habiendo superado las actuales inequidades y exclusiones. Exclusiones reales ocultas detrás de ciudadanías formales. En ese sentido, entendemos nuestra misión social como educadores orientada a la formación de ciudadanos críticos. Sabemos que por la escasa formación de los adolescentes con los que trabajamos, muchas veces, tal adquisición implicaría acceder a un umbral muy alto, pero ello debe ser “el sur” que oriente cada acción educativa que desarrollemos.  Tal acción apunta, como lo dijimos más arriba, a la responsabilización por la infracción que en síntesis no es otra que el reconocimiento del otro lesionado en su derecho –la víctima-, y la propuesta de participación en un programa educativo social que aspira a la inclusión en la dinámica social y al ejercicio de sus derechos. Si se habla de acción educativa ”social”, se genera la oportunidad de recibir cultura, ofreciendo herramientas que le permitan circular socialmente.

 
5. ETAPAS DE LA INTERVENCIÓN

Esta división de la intervención en diferentes etapas tiene un fin puramente analítico, ya que no podemos pensar en una ejecución tan esquemática. Es un marco, una guía que orienta la acción educativa, estableciendo un orden una secuencia general, que será personalizada en cada acción especifica que se realiza junto al adolescente.

En el presente apartado intentaremos realizar una descripción general de los pasos que seguimos en nuestra intervención, desde la derivación judicial, hasta el egreso del adolescente del programa. Es una descripción general que no pretende ser un programa rígido y estructurado que se debe seguir a pie juntillas.

 

1.   Entrevista en sede judicial, el encuadre de la intervención.
2.   Evaluación de la situación personal y familiar, así como de las necesidades educativas. Trabajo de responsabilización por la infracción.
3.   Presentación de la evaluación al equipo de trabajo y definición de las estrategias básicas de la intervención.
4.   Trabajo educativo partiendo de los intereses y metas del o la joven. Apoyo y seguimiento del logro de las metas.
5.   Preparación y concreción del egreso.

La intervención procura desarrollar estrategias de transmisión de contenidos que se fueron construyendo y mejorando de entrevista a entrevista, adquiriendo cierto formato estándar en tanto fueron eficaces en el trabajo con los jóvenes que transitaron por el programa. El abordaje de los contenidos es un vehículo apropiado para que el joven adquiera “herramientas culturales”. En ese sentido las estrategias de búsqueda de empleo, el apoyo para la formación laboral o educación formal, la adquisición de habilidades sociales, el desarrollo de la conciencia crítica, etc., son esenciales para su inclusión. La responsabilidad del educador es  transmitir con éxito el contenido cultura considerado útil, y estará en manos del joven apropiarse de esos contenidos.  Dichos contenidos implican una oferta hacia el joven en el marco de la concreción de sus proyectos, no aplicados como paquete, sino tomando en cuenta su individualidad y opinión


6. LOS CONTENIDOS EDUCATIVOS 

Respecto a los contenidos de la educación son varios los autores[18] que desde la pedagogía, la psicología de la educación, etc., aportan elementos interesantes, sobre los cuales nos hemos basados para el presente trabajo. En el mismo sentido hay algunos desarrollos específicos de los contenidos de la educación social[19], que utilizaremos como guía para este apartado.
La temática de la definición de los contenidos está indefectiblemente relacionada con los objetivos que se pretenden alcanzar y con la metodología utilizada para su transmisión. Al respecto es interesante lo que plantea Violeta Núñez con relación a que “la dimensión verdaderamente creativa en la educación social está tanto en el planteamiento de contenidos valiosos en el contexto social amplio (esto es, que respondan a la actualidad cultural y a las exigencias de lo social), como en saber transmitir dichos contenidos, de manera tal que los sujetos puedan realizar un verdadero trabajo de apropiación de éstos".[20]

Producto de la experiencia en el trabajo educativo con jóvenes responsables de infracciones a la ley penal hemos definido las siguientes áreas de contenidos y algunos contenidos que las integran:

Identidad: esta área de acción educativa es clave ya que implica su reconocimiento como persona con derechos. Así el reconocimiento de la identidad personal, apoyo para la tramitación de documentación (cédula de identidad, partidas de nacimiento, etc.), inscripción en el registro o reconocimiento de los padres, son temas fundamentales para el trabajo con los jóvenes.

De la misma forma son trabajados algunos contenidos de historia, muchas veces elementales pero que apuntan a dar sentido a lo actual. Una opción es iniciar dicho trabajo partiendo del reconocimiento de su identidad e historia personal y familiar.


DERECHOS: Los derechos representar contenidos concretos que hacen a la difusión y formación[21] en torno a los derechos humanos en general y los de la niñez y adolescencia en particular. Por otro lado se trata también de un conjunto de contenidos que "hacen" y atraviesan a todos los demás. Así mismo forman parte del marco referencial del educador, como soporte ético y como guía de la acción educativa.

Educación y Capacitación: un alto porcentaje de la población atendida ha desertado o expulsado del sistema educativo, tanto a nivel de Primaria como de Secundaria, incluyendo también casos de jóvenes analfabetos.

En función de ello, esta área de contenidos tiene para nosotros una especial relevancia. En ella los contenidos que generalmente se proponen para el trabajo con los jóvenes son: el apoyo para la inserción en el sistema educativo formal; la alfabetización; orientación en las distintas opciones de capacitación en oficios; utilización de recursos comunitarios relativos a la formación (coordinación con instituciones y talleres de capacitación); “desarrollo de estrategias de estudio; búsqueda de estrategias de complementariedad del desarrollo de los cursos escolares”.[22]


habilidades sociales: No puede establecerse una definición única respecto a las habilidades sociales, ya que depende de la perspectiva de los autores que han tratado el tema. Nos interesa rescatar la que define a las habilidades sociales como el “conjunto de conductas emitidas por el individuo en un contexto interpersonal que expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de este individuo de un modo adecuado a la situación, respetando esa conducta en los demás, y que generalmente resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas”[23]. Esta definición merecería un análisis crítico, en el cual no nos detendremos en este momento, ya que excedería los objetivos de este trabajo,  por lo que la tomamos solo como un insumo para analizar este tema en concreto.


Dentro del área de habilidades sociales se abordan con mayor frecuencia las siguientes sub-áreas:

·         Comunicación: desarrollo de habilidades verbales, no verbales, y de interacción personal.

·         Desempeño social autónomo[24]: Motivación para la circulación social y la interacción social con otros sujetos, así como la utilización de diferentes servicios que se encuentran en la comunidad –policlínicas, instituciones educativas, espacios de recreación y deporte, expedición de distintos documentos, etc.

·         Reflexión sobre las emociones: analizar desde su experiencia lo que siente, sus reacciones frente a diferentes hechos, a fin de reflexionar sobre situaciones cotidianas, pudiendo desarrollar ciertas estrategias de previsión.
·         Pensamiento Crítico: a diferencia de la adaptación acrítica o pasiva, es necesario desde lo educativo instrumentar una estructuración de contenidos que fomenten la reflexión a fin de que el sujeto no tome la realidad como “normal” sino que tienda a cuestionarla y así vaya formando un pensamiento crítico. Asimismo es clave el “desarrollo de las capacidades críticas y reflexivas del sujeto en torno a situaciones sociales (prensa, conflictos, publicidad, vida cotidiana, etc.)”[25].
·         Convivencia: abordaje de distintas estrategias de resolución de conflictos interpersonales; así como el “desarrollo de mejores posibilidades relacionales grupales y sociales”[26]


Laboral: el área laboral es un reclamo constante de los y las adolescentes y jóvenes, no podemos descontextualizarlo de la situación social del país con un 15% de desempleo, miles de sub empleados o intentando “sobrevivir” en múltiples actividades informales (recolección y clasificación de residuos, limpiando parabrisas en las esquinas, vendiendo en los ómnibus, etc.).

Los contenidos abordados con mayor frecuencia son: orientación y apoyo para la búsqueda de empleo; realización de cartas, currículo para solicitar empleo; conocimiento y reflexión respecto a las reglas del mundo del trabajo, los derechos, las responsabilidades; desarrollo de distintas estrategias para el ingreso al mercado laboral.


Recreación y deporte: con el objetivo de “mostrar el mundo” y de propiciar la circulación social, se organizan diversas salidas recreativas al cine, teatro, estadio, etc.. Por otro lado se motiva la participación de los y las adolescentes en diferentes espacios, clubes juveniles, plazas de deportes, grupos de recreación, equipos de fútbol, artes marciales, etc.

Salud: esta área de contenidos involucra dos componentes:

 

·         Lo relativo a información sobre la promoción de formas de vida saludable; higiene y salud bucal; sexualidad, enfermedades de transmisión sexual, métodos anticonceptivos; consumo de sustancias psicoactivas; hábitos de higiene personal, etc.

·         Lo relativo a la utilización de servicios de salud; obtención de la documentación para asegurarse la atención médica (carnet de asistencia y salud); conocimiento de los servicios de atención a los que puede recurrir, etc.

 

Estas áreas de contenidos no se plantean como un “paquete” a ser aplicado de forma rígida, sino que ofician de guía para orientar la acción educativa que lleva adelante el educador junto a el o la joven, para ello se parte de una evaluación de sus necesidades educativas a fin de poder personalizar una propuesta  acorde a sus intereses, necesidades y deseos.

Los contenidos deben ser significativos para el joven, dotados de sentido. Para ello se parte de lo conocido por él o ella, para desde allí caminar hacia rumbos diversos e inciertos, intentando rescatar la esperanza de un cambio posible, que en definitiva procure una vida mejor para el educando.
Desde lo que el joven conoce debemos ir más allá, ya que no hay educación en quedarse en lo sabido, siendo impostergable la búsqueda de nuevos aprendizajes, y la resignificación de lo conocido. Por otro lado debemos tener claro, como educadores, que toda transmisión de contenidos implica transmisión de valores y de ideología, ello nos debe motivar para plantear contenidos que promuevan la solidaridad y la conciencia crítica de los sujetos.

No es deseable, ni siquiera posible por suerte, escribir el proyecto de vida –destino- del sujeto de la educación, sino tan solo ofrecerle algunas herramientas de la cultura para que pueda, si lo desea, asirse de ellas en algún momento de su vida. La responsabilidad del educador es la de transmitir con éxito el contenido cultura considerado útil, es decir que favorezca el ejercicio de sus derechos, y será decisión del o la joven optar por ello o inclinarse por una forma alternativa de alcanzar recursos para cubrir sus necesidades y satisfacer sus intereses.


7. CONCLUSIÓN

No es únicamente el maestro, profesor o el educador social quienes presentan los pormenores del entorno global de la época, sino que existen otros medios, carentes de teoría pedagógica, que también lo hacen, y muchas veces con mayor éxito. Nadie puede dudar acerca de la incidencia en la transmisión de cultura que representan los medios masivos de difusión, y dentro de ellos la televisión cumple un papel fundamental. Son ejemplos paradigmáticos los programas de Marcelo Tinelli, o los actuales que muestran la “vida en directo”, con masiva audiencia entre los uruguayos. Como educadores no podemos ser ciegos ante esta realidad, debemos utilizar esos elementos de tanto impacto para  problematizarlos, discutir acerca de ellos y evitar su naturalización.

El joven sometido a los constantes estímulos de una cultura globalizada, no encontrará otro sentido más allá del consumo excesivo y superfluo. La educación no puede estar paralizada ante estos hechos, debe discutirlos, reflexionarlos y criticarlos junto a los jóvenes, superando la naturalización    por muy repetidos. La propuesta educativa debe incluir instrumentos que los ayude en la tarea de entender el "mundo", donde pueda ubicar su lugar y sobre todo elegir un camino, una trayectoria que se inicia sin un destino predeterminado. Acá volvemos a tomar un concepto de Violeta Nuñez que es clarificador de la función y el rumbo de la educación social: el ANTIDESTINO[27], (en ninguna otra parte se habla expresamente del antidestino) que en el marco de nuestra práctica emerge como sustancial al tiempo de pensar y concretar el proyecto educativo. Porque si con la práctica educativa esperamos que el sujeto de la educación adquiera un tipo de comportamiento o forma de vida, estamos moralizando no educando en y para lo social. Mientras que la verdadera educación social es la que persigue el antidestino, es decir la transmisión de contenidos culturales para que el sujeto se desempeñe con ellos de su manera particular, y en el rumbo que elija. Y esta acción educativa, no es otra cosa que la expresión de la responsabilidad de toda la sociedad, de combatir la desigualdad desde el terreno de la educación. Aunque debiendo dejar de lado cierta omnipotencia de creernos seres especiales por "realizar la dura tarea de trabajar con los más pobres", y asumir que dicha tarea es una responsabilidad como ciudadanos, y por otro lado, nuestra responsabilidad profesional como educadores.

En definitiva, el desafío está en la integración social real del sujeto de la educación, integración que no significa su adiestramiento en la habilidad de ser joven y pobre sin afectar los intereses del resto de la sociedad, sino en la asunción de su condición de ciudadano, en el ejercicio de sus derechos, y en el cuestionamiento del orden social[28].







[1] Christie, N. La Industria del Control del delito ¿la nueva forma de holocausto? Pág.20 Editores del Puerto Bs. A.s 1993
[2] januaris o jano en la mitología romana, dios de las puertas y también de los comienzos, que según los romanos aseguraba buenos finales. Su principal templo en el Foro romano tenía puertas que daban al este y al oeste, hacia el principio y el final del día, y entre ellas se situaba su estatua, con dos caras, cada una mirando en direcciones opuestas
[3] Miranda, Fernando / Rodríguez, Dalton. “Educación Social, tercer espacio educativo”, C.F.E. INAME, Montevideo 1997
[4] Informe de seguimiento de la Convención sobre los Derechos del Niño presentado en noviembre de 2000 por el Comité de los Derechos del Niño del Uruguay.
[5] Fundamentalmente desde los planteos teóricos de Raul Zaffaroni, Rosa del Olmo, Rita Maxera en América Latina y Nils Christie, Louk Hulsman, Alessandro Baratta, Massimo Pavarini, Thomas Mathiesen, en Europa.
[6] Lo que planteamos es la forma en la que utilizan los espacios públicos muchos jóvenes en conflicto con la ley penal, que por usar la calle para trabajar, estar con amigos, el ocio, divertirse o vivir, aumentan su exposición, las probabilidades de ser "conocidos" por la policía y de ser criminalizados.  . 
[7] Artículo 40 de la Convención Internacional sobre los Derecho del Niño; Regla Nº 42 y 79 de las Regla de Naciones Unidas para los Menores Privados de Libertad; Directriz Nº 5, 21, 22 y 24 de las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad); entre otras.
[8] Este concepto lo utilizaremos reiteradamente a lo largo del trabajo, lo tomamos del libro de Violeta Nuñez: Pedagogía Social: Cartas para Navegar en el Nuevo Milenio
[9] Miranda, F. y Rodríguez, D. Marco teórico y áreas de contenidos en educación social: armando el cubo mágico. 4to. Encuentro de Educadores. Set.2000.
[10] Herramientas, Informe Trimestre Octubre-Diciembre 2000. En su mayoría tiene entre 16 y 17 añosAl momento de la derivación judicial a nuestro programa el 78% de los adolescentes no realizaban ninguna actividad; el 14.7% trabajan y el 7.3% estudian (liceo).
[11] Arts. 28 y 29 de la CIDN y Art. Xx de la Constitución
[12] Nuñez, V. Pedagogía Social: Cartas para Navegar en el Nuevo Milenio. Página 37 Santillana, Buenos Aires 1999.
[13] Ibídem.
[14] Nuñez, V. Pedagogía Social: cartas... Pág.73 “El control social, con el nombre de educación, busca producir sujetos disciplinados, conformes con el destino social que se les adjudica. Para ello realiza un trabajo de moralización, no de transmisión de la cultura.”
[15] Zaffaroni, E.R. Sistemas Penales y Derechos Humanos en América Latina (Primer Informe) Pág.7. Depalma. 1984.
[16] Paulo Freire en su libro Pedagogia da autonomia: saberes necesarios à prática educativa. (Editora Paz e Terra. 1998, pág.46), nos plantea un concepto que consideramos fundamental en la mirada pedagógica que pretendemos hacer: “Uma das tarefas mai importantes da prática educativo-crítica é propiciar as condiçoes em que os educandos em suas relaçoes uns com os outros e todos com o professor ou a professora ensaiam a experiencia profunda de assumir-se. Assumir-se como ser social e histórico, como ser pensante, comunicante, transformador, criador, realizador de sonhos, capaz de ter raiva porque capaz de amar. Assumir-se como sujeito porque capaz de reconhecer-se como objeto. A assunçao de nos mesmos nao significa a excluao dos outros”
[17] Giroux, H. Cruzando Límites Pág.30 Paidós. Barcelona. 1997.
[18] Coll, C. y Solé I. Aprendizaje significativo y ayuda pedagógica. Cuadernos de Pedagogía N°168. Marzo 1989./ Bolívar, Antonio. La evaluación de valores y actitudes. Ed. Anaya.1999. Madrid./ Macedo, D. Nuestra Cultura común: una pedagogía engañosa. Paidos. 1997./ Natorp, P. Curso de Pedagogía Social./  Ander Egg, E. La planificación educativa: conceptos, métodos, estrategias y técnicas para educadores,. Bs.As. Magisterio del Río de la Plata, 1993./ Vygotski, Lev. Desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Ed. Crítica./ Ausubel, David. Psicología educativa. Material de Biblioteca del Centro de Formación y Estudios del INAME.
[19] Núñez, V. Aportaciones al Campo de la Educación Social. Pág. 5. Conferencia dictada en el  C.F.E.INAME./ Miranda, F. y Rodríguez, D. Marco teórico y áreas de contenidos en Educación Social: armando el cubo mágico. Ponencia en el 4to. Encuentro de Educadores. Setiembre de 2000.
[20]Nuñez, V. , Planas I Massaneda. Educación Social especializada, en Pedagogía Social. Ed. Ariel, Barcelona 1997
[21] Ibídem.
[22] Miranda, F. Rodríguez, D. Marco teórico y áreas de contenidos en Educación Social: armando el cubo mágico. Ponencia en el 4to. Encuentro de Educadores. Setiembre de 2000.
[23] Caballo, Vicente. Manual de evaluación y entrenamiento de las habilidades sociales, p.6  Siglo XXI. Madrid. 1999
[24] Miranda, F. Rodríguez, D. Marco teórico y áreas de contenidos en Educación Social...
[25] Ibídem.
[26] Ibídem.
[27] Núñez V. Pedagogía Social...Pág. 45. “Hacer de la educación un ANTIDESTINO: he aquí un verdadero desafío. La educación social encuentra aquí su legitimidad: práctica que juega, caso por caso, CONTRA la asignación cierta de un futuro ya previsto”.
[28] Nos basamos y compartimos los planteos de Henry Giroux que hablando de su filosofía educacional afirma “Con frecuencia me veo recurriendo a una distinción que formuló John Dewey hace más de cuarenta años entre y . Con otras palabras, ¿están las escuelas para servir y reproducir sin ningún tipo de crítica la sociedad existente, o para cuestionar el orden social con el fin de desarrollar y promover sus imperativos democráticos? Obviamente, yo opto por esto último. Creo que las escuelas son las instituciones principales para educar a los alumnos para la vida pública. Más concretamente, creo que las escuelas deberían servir para proporcionar a los estudiantes el conocimiento, el carácter y la visión moral que edifican el coraje cívico” Cruzando Límites. Pág 31. Paidós. Barcelona. 1997.

6 ene 2012


I más D, quíén no está de acuerdo. 

Antes de meterme en profundidades tengo que señalar que esté breve trabajo refleja mi opinión que como toda opinión humana puede estar errada y equivocada.

Decir que en nuestro país , que nuestra España carece de inversión y apoyo en I más D me parece un craso error, una clara equivocación y un claro desconocimiento de la realidad del esfuerzo inversor que se está haciendo en el país que sin duda está beneficiando a un amplio sector de nuestro pueblo en claro aumento de la calidad de vida y del bienestar social –valores por lo tanto incluidos-

Siempre hemos gozado de una infravaloración de lo Español, nunca hemos sido  valientes y hemos quedado a las puertas de decir claro y alto que nosotros también somos buenos, excelentes y estamos apostando duro y fuerte por la I más D.

Por otro lado no quiero molestar a nadie y como ya soy algo viejo y con sobrada experiencia –por vivencias- no quiero que alguien se pueda sentir aludido o molesto, en España “Sí” invertimos en I más D, y muy especialmente en educación , bienestar y en calidad de vida.

Hablamos de fracaso escolar, de el fracaso endémico de la tercera enseñanza,       enseñanza para el desarrollo de habilidades profesionales, lo que entendemos por enseñanza universitaria, -fábrica de parados- cada gobierno intenta modificar las leyes y reglamentos que regulan y desarrollan la norma constitucional que se encarga de la educación Artº 27 de nuestro texto constitucional, y cada uno con su hacer intenta lo que ya han querido hacer históricamente cientos de políticos, enredarse en temas endogámicos para dejar todo como está y no hacer nada, y cada reforma tiene el pie quebrado en cuando al acompañamiento de recursos económicos, materiales  y humanos lo que podemos llamar, desde ahora “I más D”.

Si algo tengo claro es que desde los foros políticos –política  educativa- no hacen nada a pesar de ser el sector privilegiado en inversión y desarrollo es decir en : “I  más D”. Todos los ministros-as que han ocupado la brillante cartera de Educación han dado brillantes discursos, que han quedado solamente en eso, en brillantes discursos – algunos hasta he tenido la maledicencia de pensar que ni ellos –as, los habían escrito- no han sido capaces de contar con la comunidad educativa, con la sociedad, con los estudiantes ni con los profesores, en fin a pesar de ser los colectivos que más reciben en I más D, no han sido capaces ni de darse cuenta que sin I más D, la cultura de la escuela y del  pueblo  a veces es más certera.

Quién diga que en España no se invierte en I más D, no sólo está equivocado , desconoce la realidad social del  país, y como dato reflejar lo que un grupo de profesionales vienen haciendo para demostrar que hay que descalificar la idea de que en nuestro país no se invierte en I más D, y no sólo eso, sino dejar claro que se invierte más que ningún país de Europa, a tal efecto un grupo de profesionales están llevando a cabo una investigación en el Parlamento Español –congreso y senado – que demostrarán con datos empíricos que no sólo se invierte en “I más D”, sino que somos el país de Europa que más gastamos en “I más D”.

A tal efecto este grupo de investigación elaboró un plan de trabajo y escogió unas muestras de aquellos parlamentarios antes de ser nombrados cargos públicos y elaboró un estado patrimonial de antes de ser llamado político profesional – gobernante de las necesidades o exigencias sociales- y lo comparó con su estado patrimonial al paso de cuatro años –señalar que también se ha tenido en cuenta a su ecosistema principalmente a sus esposas o compañeras- y ¡sorpréndase¡ el resultado es inmejorable, no sólo han progresado en calidad de vida y bienestar social , sino que muy especialmente en su estructura social el cambio ha sido enorme, ver. Gra. De tener escuelas públicas y asistencia sanitaria del régimen general con su colas y listas de esperas incluidas han pasado a la asistencia sanitaria privada, por lo que es una muestra de que “I más D”, funciona y el resultado es clamorosamente alto.

Todo lo que digo es fácilmente comprobable, no hace falta nada más que ver el registro del parlamento y verán cuantitativamente que es fiel reflejo de la inversion en I más D, - aunque lógicamente no son registros certeros puesto que muchos de ellos aprovechando el ordenamiento jurídico o tienen separación de bienes o utilizan a otros o otros instrumentos juridico-financiero para ocultar su patrimonio- pero así a todo con estas desviaciones o sesgos estamos en condiciones de aseverar que se invierte y muy seriamente en “I más D.

Otra cosa bien distinta es que esta inversión en I más D, sea  legítima, justa, democrática y produzca la riqueza que debe producir en toda la comunidad, pregunta a la que respondemos que es una inversión y desarrollo sectario y que no pone en primera línea el avance del país , muy al contrario lo va a sumergir en el atraso más grave de todo su historia, que verán sus frutos las nuevas generaciones.

Toda aplicación de recursos debe ser analizada desde la óptica de la eficiencia y de la eficacia, cuestiones que en la inversión y desarrollo que actualmente se hace se aplican términos única y exclusivamente políticos y además equivocados;: la Inversión en I más D, que se hace en las prevendas parlamentarias – sueldos, viajes, dietas , planes de pensiones, escoltas, estructuras o soportes administrativos- sólo sirven para que la inversión en I más D, vaya a parar a los bolsillos privados de un grupo selecto elegido por el pueblo para administrar la cosa pública, y como ejemplo una muestra: “Los parlamentarios debido a la I más D, tienen y disfrutan de seguridad social privada  y este grupo selecto de padres de la patria no guardan colas ni listas de esperas, pero la mayoría y digo mayoría con mayúsculas de sus representados y que pagan impuestos, en el mejor de los casos son atendidos, operados antes de ser enterrados después de llevar incluso años esperando, este es un ejemplo de que la inversión en I más D no genera calidad de vida en garantía de los derechos sociales de todos los ciudadanos. BS o ED.

“I más D”, es el resultado en nuestra querida España del fruto de un conjunto de una amplia necedad que permite poner en manos de incompetentes recursos que buena falta hacen para apoyar y fomentar la educación, el aprendizaje permanente el fomento de los valores y en aprender a lo largo y ancho de toda la vida, aprendizaje que como derecho fundamental debe ser accesible a todos en términos de calidad y en democrácia para todos bajo los principios de consenso , libertades públicas, proximidad social, participación y mando responsable en una palabra invertir en inversión y desarrollo es hacerlo en la denominada política de la educación en dar apoyos y recursos a los que entienden , a los profesionales a los docentes a los centros educativos y por lo tanto a la sociedad entera y de valores democráticos, y no sólo culpabilizar a los docentes del fracaso escolar y del fracaso social que respiramos.
Dice un viejo refrán : Siembra un pensamiento cosecha una acción, siembra una acción y cosecha un hábito, siembra un hábito y cosecha un carácter, siembra un carácter y cosecha un destino, el destino de nuestra educación y de nuestra sociedad está en manos de personas con pensamiento corto esperemos que las nuevas generaciones evolucionen al pensamiento sistémico, el tiempo nos hará culpables o inocentes, nuestra universidad por sus características tiene mucho que decir, ánimo y adelante.

 Autor: José Piñeiro , artículo para la revista de la UNED, hecho en el año 2009 siendo Dtor Revista UNED.


Muchas empresas quieren que se las conozca y necesitan hacerse oír, por ello, invierten en comunicación. Pero no todas alcanzan los objetivos fijados o, en el intento, los pierden de vista. ¿Qué se puede hacer para evitarlo y tener éxito?.

Las empresas quieren hacerse oír, es más, lo necesitan. Igual que las personas. Los mismos directivos, como profesionales e incluso como individuos, quieren hacerse oír. Para vender sus productos y servicios, para tener éxito en el mercado y ¿por qué no? para alcanzar y disfrutar sus, al menos, 15 minutos de gloria.
Pero no basta con que queramos que nos oigan. No sólo por eso nos vamos a hacer escuchar o porque queramos que entiendan nos van a entender. Y, sin embargo, se siguen destinando presupuestos escalofriantes a marketing, publicidad y comunicación lanzando mensajes de todo tipo. La pregunta es ¿acaban siendo un gasto o una inversión con retorno?, es decir, ¿son eficaces a la hora de comunicar? Pues depende cómo se hayan planteado:
La información - ¿Hay algo que decir? Sin caer en el tópico de que siempre es mejor estar en silencio que hablar por hablar, conviene ponernos en el lugar de nuestro receptor.
Preguntarnos si a nosotros nos interesaría recibir la información que queremos comunicar.
Lo interesante - ¿Es realmente información de interés? A menudo, se lanzan mensajes por el mero hecho de estar en la palestra. Al menos que hablen de uno ya sea bien o mal, es lo que nos mueve pero ni siquiera eso es tan sencillo. ¿Honestamente tenemos algo que decir que incluso a nosotros mismos nos interesaría oírlo si estuviésemos al otro lado?
La empatía - ¿Es un mensaje claro? Como receptores o interlocutores entendemos aquello con lo que nos identificamos o que resulta aplicable a nuestra realidad. Tenemos que poder absorber esa información y poder utilizarla y es tarea de quien comunica elegir bien qué contar.
La novedad - ¿Aporta algo nuevo? "Cuéntame algo que no sepa" o al menos que sea dicho de manera que no hayamos oído antes y visto de ese modo llame nuestra atención, bien por la inteligencia o por la creatividad que conlleva.
Protagonismo - ¿Es para mí el mensaje? Cuando creemos que tenemos una información de interés que contar, el factor “interesante” viene determinado por la persona o el grupo que vaya a recibir nuestro mensaje. No es necesario anunciárselo al mundo, sino más bien asegurarnos que quien vaya a recibir nuestra información, le resulte útil.
El código - ¿Hablamos la misma lengua? Ya lo hemos dicho antes: no porque queramos que nos entiendan, nos entenderán. Una vez que tenemos claro qué decir y a quién, la mejor receta es no complicarnos la vida y ser claros y directos.
El camino - ¿dónde estás? Incluso suponiendo que hayamos llegado a esta fase de nuestra comunicación, no resulta tan sencillo discernir dónde se encuentra nuestro público, teniendo en cuenta que cada vez somos más y que los canales proliferan a una velocidad vertiginosa. El trato directo, el correo tradicional, Internet, los medios de comunicación… Haberme puesto en el lugar de mi interlocutor y hablar su misma lengua me dará la pista para hacerle llegar mi mensaje.
La competencia - ¿Cómo hacerme oír entre todos los mensajes? Cada minuto se incrementa el bombardeo de información al que se encuentra sometida la sociedad. Sólo nos queda confiar en que transmitimos una información interesante para quien le puede resultar de utilidad y por el canal que considera más fiable y atractivo.
El test – Asegúrate que con todo y eso al final has dicho lo que quería decir ya que tenemos una oportunidad para causar una primera impresión positiva y no conviene desperdiciarla.
El objetivo - Seamos realistas, por último y, no olvidemos que al fin y al cabo lo que buscamos es que nos escuchen y nos entiendan para que utilicen nuestra información, comprando nuestro producto o contratando nuestro servicio. La cuestión no es comunicar por ego y salir en la portada del diario nacional o internacional más leído. Es cierto que nunca perdemos del todo la ilusión de conocer la fama para enorgullecer a nuestros familiares y amigos. Pero, la notoriedad en sí misma puede no ser el objetivo y aunque vayamos bien encaminados, no debemos empezar la casa por el tejado. 

ÉTICA FILOSÓFICA; O ¿SON RELATIVOS EL BIEN Y EL MAL?

Capítulo I de: “Ética: cuestiones fundamentales”, de Robert SPAEMANN

La pregunta por la significación de los términos “bien” y “mal”, bueno y malo, pertenece a las cuestiones más antiguas de la filosofía. Pero, ¿no pertenece también a otras disciplinas? ¿No se va al médico para preguntarle si se puede fumar? ¿No hay psicólogos que aconsejan en la elección de profesión? ¿Y no le dice a uno el experto en finanzas: es bueno que cierre Ud. un contrato de ahorro para la construcción; el próximo año estará peor el asunto de las primas, y será más largo el período de espera? ¿Dónde surge exactamente lo ético, lo filosófico?
Prestemos atención al modo como se emplea la palabra “bueno” en el contexto citado. El médico dice es bueno que Ud. se quede un día más en la cama”. Estrictamente, al usar la palabra “bueno” debería añadir dos cosas; debería decir: “es bueno para Ud., en el caso de que lo que quiera ante todo sea ponerse bueno”. Estas añadiduras son importantes, pues en el caso de que alguien planee, por ejemplo, un robo con homicidio para un determinado día, entonces, consideradas todas las cosas, resulta sin duda mejor, si “pesca” una pulmonía que le impide cometer la empresa: Pero puede ocurrir que, por tener que llevar a cabo un día algo importante e inaplazable, no hagamos caso al médico que nos manda hacer reposo en cama, y aceptemos el riesgo de una recaída en la gripe. A la pregunta de si es bueno actuar así, el médico, como tal, no puede pronunciarse en absoluto. “Bueno” significa para él, según su modo de hablar, que es bueno si de lo que se trata ante todo es de su salud. Decir eso es de su competencia. Como persona, pero ya no en su calidad de médico, puede decir que, en mi caso, debo tener en cuenta ante todo la salud.
Y si yo quiero despilfarrar el dinero, o dárselo a un amigo que lo necesita de modo apremiante, en lugar de colocarlo en un contrato de ahorro para la construcción, el experto financiero no puede decir nada al respecto. Si él dijera “bueno”, entonces estaría pensando: bueno para Ud. si es que se trata de agrandar su peculio a un plazo más largo.
En todos estos buenos consejos, la palabra “bueno” significa tanto como: “bueno para alguien en un determinado sentido”; y entonces puede ocurrir que la misma cosa resulte, bajo diversos aspectos, buena o mala, para la misma persona. Hacer muchas horas extraordinarias es bueno, por ejemplo, para subir el nivel de vida, pero es malo para la salud. Puede ser también que la misma cosa sea buena para uno y mala para otro; así la construcción de una carretera puede ser buena para los automovilistas y mala para los vecinos, etc.
Pero también usamos la palabra “bueno” en un sentido, por así decirlo, absoluto, o sea, sin añadir un “para”, o “en determinado sentido”. Este significado cobra actualidad siempre que se da conflicto de intereses o de puntos de vista; también cuando se trata del interés o de los puntos de vista de una misma persona, por ejemplo, los del nivel de vida, la salud o la amistad. Surgen entonces dos cuestiones: “¿Qué cosa es realmente y de verdad buena para mí?”. “¿Cuál es la jerarquía exacta de los puntos de vista?”. La otra cuestión es: en caso de conflicto: ”¿qué bien o qué interés debe prevalecer?”. Para decirlo ya de antemano: una verdad pertenece a las ideas fundamentales de la filosofía de todos los tiempos, a saber, que a la hora de su solución ambas cuestiones no son independientes. Pero de ello hablaremos más tarde. En cualquier caso, decimos que la reflexión sobre estas cuestiones es de carácter filosófico.
Pero lo primero que debemos dejar bien claro es la justificación de ambas preguntas, precisamente por ser ambas impugnadas una y otra vez. Siempre nos encontramos con la misma afirmación de que los problemas éticos no tienen sentido porque no se les puede dar respuesta. Las proposiciones de la Ética no serían susceptibles de verdad. En el campo de lo “bueno para Juan desde el punto de vista de la salud”, o de lo “bueno para Pablo desde el prisma del ahorro de impuestos” se pueden hacer razonamientos de validez general; pero cuando la palabra “bueno” se toma en un sentido absoluto, entonces, por el contrario, las afirmaciones se hacen relativas, dependientes del ámbito cultural, de la época, del estrato social y del carácter de los que usan esas palabras. Y, presuntamente, esta opinión puede apoyarse en un rico material de experiencia: ¿No existen culturas que tienen por buenos los sacrificios humanos? ¿No hay sociedades que mantienen la esclavitud? ¿No concedieron los romanos al padre el derecho de exponer al hijo recién nacido? Los mahometanos permiten la poligamia, mientras que en el ámbito de la cultura cristiana sólo se da como institución el matrimonio monógamo, etc.
Que los sistemas normativos son en gran medida dependientes de la cultura, es una eterna objeción frente a la posible exigencia de una ética filosófica, es decir, una objeción a la discusión racional sobre el significado absoluto, no relativo, de la palabra “bueno”.
Pero esta objeción desconoce que la Ética filosófica no descansa en la ignorancia de esos hechos. Todo lo contrario. La reflexión racional sobre la cuestión de lo bueno con validez general, comenzó, precisamente, con el descubrimiento de esos hechos: en el siglo V antes de Cristo eran ya ampliamente conocidos. Procedentes de viajes, corrían entonces en Grecia noticias que contaban cosas fantásticas de las costumbres de los pueblos vecinos. Pero los griegos no se contentaron con encontrar esas costumbres sencillamente absurdas, despreciables o primitivas, sino que algunos de ellos, los filósofos, comenzaron a buscar una medida o regla con la que medir las distintas maneras de vivir y los diversos comportamientos. Quizá con el resultado de encontrar unas mejores que otras. A esa norma o regla la llamaron “fisis”, naturaleza. De acuerdo con esa medida, la norma, por ejemplo, de las jóvenes escitas que se cortaban un pecho resultaba peor que su contraria. He aquí un ejemplo particularmente sencillo y sugestivo. El concepto no era, en absoluto, adecuado para resolver, sin dar lugar a dudas, cualquier cuestión en torno a la vida corriente. Por el momento nos basta constatar que la búsqueda de una medida, universalmente válida, de una vida buena o mala, del buen o mal comportamiento, brota de la diversidad de los sistemas morales, y que, por lo tanto, hace ver esa diversidad no constituye un argumento contra dicha búsqueda.
Ahora bien, ¿qué abona esa búsqueda? ¿Qué es lo que mueve a aceptar que las palabras “bueno” y “malo”, bien y mal, tienen no sólo un sentido absoluto, sino un significado universalmente válido? Esta pregunta está mal planteada. No se trata, en efecto, de una suposición o de tener que aceptar algo; se trata de un conocimiento que todos poseemos, mientras no reflexionamos expresamente sobre ello. Si oímos que unos padres tratan cruelmente a un niño porque se ha hecho por descuido en la cama, no juzgamos que esa manera de proceder sea satisfactoria y por tanto “buena” para los padres, y “mala” por el contrario para el niño; sino que desaprobamos sin más el proceder de los padres, ya que nos parece malo en un sentido absoluto que los padres hagan algo que es malo para el niño. Y si oímos que una cultura acostumbra a hacer esto, juzgamos entonces que una sociedad tiene una mala costumbre. Y cuando un hombre se comporta como el polaco P. Maximiliano Kolbe que se ofrece libremente al bunker de hambre de Auschwitz para, a cambio, salvar a un padre de familia, no pensamos que lo que fue bueno para el padre de familia y malo para el Padre Kolbe sea, considerado en abstracto, una acción indiferente, sino que en ella vemos a un hombre que ha salvado el honor del género humano que sus asesinos habían deshonrado. La admiración surge allí donde se cuente la historia de este hombre, sea entre nosotros, o sea entre los pigmeos de Australia. Ahora bien, no necesitamos buscar casos tan dramáticos y excepcionales. Las coincidencias en las ideas morales de las distintas épocas son mayores de lo que comúnmente se cree.
Sencillamente, estamos sometidos de modo habitual a un error de óptica. Las diferencias nos llaman más la atención porque las coincidencias son evidentes. En todas las culturas existen deberes de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres. Por doquier se ve la gratitud como un valor, se aprecia la magnanimidad y se desprecia al avaro; casi universalmente rige la imparcialidad como una virtud del juez, y el valor como una virtud del guerrero. La objeción que se hace de que se trata de normas triviales, que además se deducen fácilmente por su utilidad biológica y social, no es ninguna objeción. Para quien tiene una idea de lo que es el hombre, las leyes morales generales que pertenecen al hombre serán naturalmente algo trivial; y lo mismo decir que sus consecuencias son útiles para el género humano ¿Cómo podría resultar razonable para el hombre una norma cuyas consecuencias produjeran daños generales? Lo decisivo es que el fundamento para nuestra valoración no es la utilidad social o biológica; lo decisivo es que la moralidad, es decir, lo bueno moralmente, no se define así. Daríamos también valor al proceder del P. Kolbe aunque el padre de familia hubiera perdido la vida al día siguiente; y un gesto de amistad, de agradecimiento, sería algo bueno aunque mañana el mundo se fuera a pique. La experiencia de estas coincidencias morales dominantes en las diversas culturas, de una parte, y el carácter inmediato con que se produce nuestra valoración absoluta de algunos comportamientos de otra, justifican el esfuerzo teórico de dar razón de la norma común, absoluta, de una vida recta.
Pero son precisamente las diferencias culturales las que nos obligan a preguntarnos por la existencia de un criterio o medida para juzgar. ¿Existe esa medida? Hasta ahora hemos considerado sólo argumentos provisionales, indicios iniciales. Ahora queremos acercarnos a una respuesta más definitiva a la cuestión, examinando los dos puntos de vista extremos, que sólo en una cosa se muestran de acuerdo: en negar validez universal a cualquier contenido moral. Se trata, pues, de dos variantes del Relativismo moral. La primera tesis dice: “Todo hombre debe seguir la moral dominante en la sociedad en que vive”. La segunda: “Cada uno debe seguir su propio capricho y hacer lo que le venga en gana”. Ninguna de las dos resiste un examen racional. Consideremos en primer lugar la tesis: “Cada uno debe vivir de acuerdo con la moral dominante en la sociedad en que vive”. Esta máxima incurre en tres contradicciones.
Se incurre en la primera contradicción cuando quien plantea la máxima quiere fijar al menos una norma universalmente válida, justamente aquella que dice que se debe seguir siempre la moral dominante. Se podrá objetar que no se trata de una norma de contenidos, sino, por así decir de una metanorma que no puede entrar en colisión con las normas de la moral. Pero las cosas no son tan sencillas. Puede ocurrir, por ejemplo, que una parte de la moral dominante lo constituya el pensar mal de otras sociedades, condenando a los hombres que siguen las morales dominantes en ellas. Si yo sigo esa moral –dominante en mi ámbito cultural– debo entonces participar de ese juicio condenatorio de las otras morales. Puede incluso pertenecer a la moral dominante en una cultura determinada un impulso misionero que le lleva a penetrar en las demás culturas y a cambiar sus normas. Este caso es imposible seguir tal regla, es decir, no es posible afirmar que todo hombre debe seguir la norma dominante en su entorno: si yo sigo esa norma, debo entonces intentar precisamente disuadir a otros hombres de que vivan de acuerdo con su moral. En una tal cultura no se puede vivir de acuerdo con la máxima propuesta.
En segundo lugar hay que decir que no existe en absoluto esa moral dominante. Precisamente en nuestra sociedad pluralista concurren distintas concepciones morales. Una parte de la sociedad, por ejemplo, condena el aborto como un crimen; otra lo acepta e incluso lucha contra el sentimiento de culpa que con él se relaciona. El principio de atenerse a la moral dominante no nos enseña a favor de qué valores dominantes debemos optar.
Tercero. Hay sociedades en las que el proceder de un fundador, profeta, reformador o revolucionario –de un hombre que no se acomoda a la moral de su tiempo, sino que la ha cambiado– tiene carácter de modelo. Ahora bien, puede ocurrir que tengamos por válidas sus normas y no nos parezca necesario un cambio fundamental. Eso sucede precisamente porque estamos convencidos de la rectitud de sus prescripciones desde el punto de vista de los contenidos, y no porque tengamos como cosa recta la simple acomodación al modo común de proceder, ya que, en el caso en cuestión, tiene valor de modelo para nosotros una persona que, por su parte, no se acomoda. En ese caso ¿a qué se debería adaptar quien tiene por principio el acomodarse? Esto por lo que respeta a la primera tesis. En ella se otorga un carácter absoluto a la respectiva moral dominante y se definen las palabras “bueno” y “malo” de acuerdo con dicha moral, cayendo así en las contradicciones apuntadas.
La segunda tesis condena cualquier moral vigente como represión, sojuzgamiento, y exige que cada uno actúe como quiera y sea feliz a su manera. Según esto, pertenece al código penal y a la policía hacer que las acciones contra el bien común sean tan perjudiciales para quien las realiza que las omita por su propio interés. Podríamos dominar la primera tesis como autoritaria: ésta como anarquista o individualista. Examinémosla también. A primera vista nos parece más falta de sentido que la primera, y se encuentra en inmediata oposición a nuestro sentir moral. Teóricamente sin embargo es más difícil de refutar, precisamente porque con frecuencia reviste el carácter de un amoralismo consecuente, para el que no existe otro sentido de bueno o malo que el de “bueno para mí en un determinado sentido”. A quien no reconoce una diferencia de valor entre la fidelidad de una madre a su hijo, la acción de Kolbe y la de su verdugo, la falta de escrúpulos de un traidor o la habilidad de un especulador en bolsa, le faltan algunas experiencias fundamentales o posibilidades de experiencia, que no son reemplazables por argumentos. Aristóteles escribe: la gente que dice que se puede matar a su propia madre no merece argumentos, sino azotes. Se podría decir quizás que necesitaría un amigo. La cuestión es si sería capaz de amistad. Pero el hecho de que quizá no sea capaz de prestar oídos a los argumentos, no quiere decir que no haya argumentos contra él.
Estrictamente, la tesis según la cual cada uno debe actuar como quiera, resulta algo trivial. Cada uno actúa como le gusta. El que obra según su conciencia tiene a bien actuar así, y quien obedece a una norma moral tiene a bien proceder de ese modo. ¿Qué es lo que entonces se quiere decir exactamente cuando se plantea, con intención crítico-moral, la tesis de que cada uno deba hacer lo que quiera? Evidentemente parte de que en el hombre existen distintos impulsos; aboga por unos y está contra otros. Detrás está de algún modo la idea de que unos son más interiores y naturales al hombre que otros: precisamente los llamados impulsos morales. Estos impulsos morales, por el contrario, son considerados como una especie de heterodominación, como un dominio interiorizado del que es preciso librarse. Pero al abogar por la autodeterminación, por lo natural frente a lo extraño, resulta que la protesta antimoralista desemboca directamente en la tradición de la filosofía moral. Ésta, ante la variedad de los usos sociales, había comenzado por preguntarse por lo que propiamente es natural al hombre, y pensaba que sólo se podía llamar libre a quien hiciera lo que le es natural. Ahora bien, ¿qué es “lo natural” al hombre? Quien diga que cada uno debe hacer lo que quiera se mueve en un círculo vicioso. Ignora el hecho que el hombre no es un ser acuñado de antemano por los instintos, sino alguien que debe buscar primero y encontrar después la norma de su comportamiento. Ni siquiera poseemos por naturaleza el lenguaje, debemos aprenderlo. Ser hombre no es tan sencillo como ser animal; ni se vive espontáneamente la vida humana. Como afirma el dicho, debemos “dirigir nuestra vida”. Tenemos deseos e impulsos contrapuestos. Y la afirmación: haz lo que quieras, presupone que uno sabe lo que quiere.
Pero no podemos formar una voluntad en armonía consigo misma sin considerar lo que significa la palabra “bueno”. Palabra que designa el punto de vista bajo el que se ordenan los demás puntos de vista, que son la causa de que queramos esto o aquello. Sin mostrar aquí en qué consiste, podemos decir en qué no consiste: no en la salud, ya que en ocasiones puede ser bueno estar enfermo; ni en el éxito profesional, ya que puede ser bueno en ocasiones tener un poco menos de éxito; ni en el altruismo, pues circunstancialmente puede ser bueno pensar en uno mismo. El filósofo inglés Moore denomina “falacia naturalista” al hecho de reemplazar por otra la palabra “bueno”; dicho de otro modo, al hecho de reemplazarla por algún punto de vista particular. Si se substituyese “bueno” por “sano”; entonces no se podría decir ya que la salud es, por lo general, algo bueno, ya que con ello sólo se afirmaría que la salud es sana.
Vivir rectamente, vivir bien, significa ante todo establecer una jerarquía en las preferencias. Los antiguos filósofos pensaron que podían ofrecer un criterio para una adecuada jerarquía; es correcta aquella ordenación de acuerdo con la cual el hombre vive feliz y en paz consigo mismo. Esto es precisamente lo que no puede ocurrir con cualquier ordenación de moda, de manera que el consejo “haz lo que te guste ”no basta para responder a la cuestión “¿qué es lo que debe gustarme?”. Pero tampoco es suficiente partir de otra base. No existen sólo mis gustos, existen también los de los demás. Es por eso una norma ambigua el decir que cada uno debe hacer lo que le gusta. Puede significar que cada uno tiene que habérselas con los gustos de los demás, como le apetezca, amigable y tolerantemente, o de manera violenta e intolerante. Pero puede también significar que cada uno debe respetar los gustos de los demás. Una tal exigencia general de tolerancia limita justamente los propios gustos. Se debe dejar claro que la tolerancia no es de ningún modo, como se dice a veces, una consecuencia evidente del relativismo moral. La tolerancia se funda, más bien, en una determinada convicción moral que pretende tener validez universal. El relativismo moral, por el contrario, puede decir: ¿por qué debo ser yo tolerante? Cada cual debe vivir según su moral y la mía me permite ser violento e intolerante.
Así pues, para que resulte obvia la idea de la tolerancia se debe tener ya una idea determinada de la dignidad del hombre. Por lo demás, el exigir tolerancia no basta en absoluto para resolver los conflictos entre los deseos propios y los ajenos: muchos de esos deseos son sencillamente irreconciliables. Lo mismo que se dan en mí deseos encontrados de distinto rango, así también los deseos de las personas pueden ser de diverso rango; y no siempre es bueno el preferir los propios deseos o hacerlo siempre con los de los demás. También aquí es preciso saber cuáles son los deseos de uno que colisionan con los de otros. Una solución exigible a ambos tan sólo es posible si existe algo común, es decir, si existe una verdadera medida para juzgar los deseos. El relativismo ético parte de la observación de que esas medidas son conflictivas; pero ese argumento demuestra lo contrario de lo que pretende, ya que en toda disputa teórica subyace la idea de la existencia de una verdad común; si cada cual tuviera su propia verdad no habría disputas. Sólo la recíproca seguridad hace que se produzca el conflicto. Pero ocurre que el conflicto no se resuelve gracias a una reflexión racional, o disputando sobre la norma correcta, sino merced al derecho físico del más fuerte que impone su voluntad. La zorra y la liebre no discuten entre sí sobre el recto modo de vivir: o sigue cada una su camino, o la una devora a la otra.
La disputa sobre el mal y el bien demuestra que la Ética es campo de litigios. Pero eso es también lo que demuestra justamente que no es algo puramente relativo, que el bien puede estar siempre en lo singular y que es difícil decidir en los casos límite. Esa disputa demuestra que determinados comportamientos son mejores que otros, mejores en absoluto, no mejores para alguien o en relación con determinadas normas culturales. Todos lo sabemos. El sentido de la Ética filosófica es arrojar más luz sobre este conocimiento y defenderlo frente a las objeciones de los sofistas.

Robert SPAEMANN: Ética: cuestiones fundamentales.
Editorial Eunsa; Navarra, 1987, pp. 19-31. (edición original, 1982)