ZP y De la Vega casi ni se hablan ante un Gobierno en bancarrota.
Un lugar en el Consejo de Ministros parece ahora tan inestable como el cargo de entrenador de fútbol. Especialmente si el equipo atraviesa una aparatosa falta de resultados.
Zapatero, en una imagen del domingo en Málaga, y De la Vega prácticamente ni se cruzaron palabra durante todo el Pleno del pasado miércoles.
La falta de pulso del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, puesta al descubierto más aún si cabe por la creación de urgencia de una comisión integrada por Elena Salgado, José Blanco y Miguel Sebastián ante la galopante crisis económica, es tan evidente que en los últimos días se han disparado todas las alarmas. La tal comisión ha puesto de manifiesto la gran velocidad con la que se desgastan los Ejecutivos de Zapatero. De entrada, la exclusión de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, ha disparado los rumores sobre la falta de confianza del presidente del Gobierno en su hasta ahora más estrecha colaboradora. Cierto. Pero hubo otro detalle muy elocuente durante la comparecencia de Zapatero el pasado miércoles en el Congreso. El caso es que Zapatero y De la Vega prácticamente ni se cruzaron palabra durante todo el Pleno. Un hecho notorio que pone de manifiesto que las diferencias entre ambos son algo más que comentarios de pasillo. Durante más de cinco horas de debate, "el jefe" sólo se dirigió a su dos del Gobierno para pedirle prestado el móvil. Y se acabó. Ese gesto fue anuncio inconfundible de que de la Vega está en caída libre. Parece inevitable. Sólo cabe esperar el cuándo y el cómo. Desde hace varios Consejos de Ministros, los periodistas cuestionan su futuro. "¿Siente envidia de Pedro Solbes?", le han llegado a preguntar. Cuando al otrora vicepresidente le plantearon la misma disyuntiva, pero referida al ex ministro Mariano Fernández Bermejo, respondió que sí, lo que se convirtió en un anticipo de su jubilación. De la Vega se limitó a sonreír. Sus detractores le achacan fallos en la coordinación y en la comunicación. Por cierto: ¡Cómo si esos hubieran sido unos defectos adquiridos recientemente! Otro ministro al que empieza a darse como baja segura es al de Trabajo. Fuera del sanedrín contra la crisis, Celestino Corbacho dejó ver su orgullo herido al presumir de tener un gran pasado. En círculos gubernamentales se asegura que, en la práctica, "ha tirado la toalla". El titular de Trabajo no está en situación de pelear e, incluso, se apunta que, en determinados momentos, desde La Moncloa se le ha visto como un freno para la puesta en marcha de medidas osadas como el retraso de la edad de jubilación. La vieja guardia mantiene su mejor baza en Alfredo Pérez Rubalcaba. Sin embargo, tampoco está en situación de tirar cohetes el titular del Interior. Su condición de máximo responsable político del chivatazo a la máquina de extorsión etarra no le permite irse de rositas ante el mayor crimen que puede cometer un policía, que es colaborar con los terroristas que matan a los policías. Rubalcaba está tan liado con el escándalo que es lógico que el PP le pregunte, como volverá a hacer en la sesión de control al Ejecutivo de esta semana, si él es "la X del caso Faisán". El resto del equipo, desde el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, hasta la titular de Defensa, Carme Chacón, pasando por la de Igualdad, Bibiana Aído, acumula un buen número de desperfectos a sus espaldas. Las razones para los cambios no son pocas. Alguno está cansado, otros quemados, y tampoco faltan quienes, carentes de competencias, ni siquiera saben bien por qué están. A la vez, el secreto de algunos como Elena Espinosa al frente Medio Ambiente, Rural y Marino, o como Beatriz Corredor en Vivienda, parece ser la discreción, ya que muy poco trasciende sobre su gestión. A Zapatero siempre le quedará un hombre dispuesto a los mayores sacrificios en aras del triunfo del ideario socialista: José Blanco. "Pepe sería un buen vicepresidente", dice ya más de uno por Ferraz. "Efectivamente", pensará para sí el interesado. José Luis Rodríguez Zapatero pretendía asegurar una era de Gobierno socialista en España más larga que la de Felipe González. Si la diosa Fortuna es propicia, en las elecciones generales de 2012 el presidente del Gobierno estará a las puertas de cumplir 55 años, edad espléndida para dedicarse a otros menesteres, lamentablemente habiendo dejado atrás una España a la que, esta vez sí, no conocerá ni la madre que la parió. Fuente el semanal.
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