LA RETRANCA DE LOS ESPAÑOLES
Se encuentran un inglés, un alemán y un español en un bar. De repente, el inglés dice: “Mirad, ese de ahí es igualito a Jesucristo”, “Bah, qué va”, le contestan. “Que sí, que sí. ¡Pero si es igualito! La barba, la túnica... Es Jesucristo, seguro”. Se levanta el inglés, se dirige hacia el hombre de la mesa y, tanto le insiste, que el tipo le susurra: “Si, soy Jesucristo, pero habla bajito y ¡no lo comentes!”. El ingles, loco de alegría, le dice: “Tengo una lesión en la rodilla. Por favor, cúrame”. Jesucristo le pone la mano sobre la rodilla y le cura. El ingles vuelve a la mesa y, claro, se lo cuenta todo al alemán y al español. Se levanta el alemán, va corriendo hasta la mesa de Jesucristo y le dice:”Me ha dicho mi amigo ingles que tú eres Jesucristo. Tengo un ojo de cristal. Por favor, curame”. Jesucristo le pone la mano en el ojo y se lo cura. El alemán vuelve y lo cuenta a sus amigos. Jesucristo empieza a pensar que en breves instantes aparecerá por allí el español. Querrá, como todos, que le cure. Pero el tiempo pasa y el español no se mueve. Entonces Jesucristo, ya mosqueado y picado por la curiosidad, se levanta, va hacia la mesa, poniéndole una mano en el hombro al español, le pregunta: “Oye, ¿y tú por qué no..?. De pronto, el español salta de la silla y, apartándose violentamente, le dice: “¡Eh!, ¡sin tocar, que estoy de baja!”. España e el país de la picardía, comentó el profesor e inicio el segundo ejemplo. Leyó una noticia de New York Times: “Los directivos de una compañía de seguros intentan averiguar por qué nadie se percato de que uno de sus empleados estuvo muerto, sentado en su mesa durante cinco días, sin que nadie se interesara por él ni le preguntara que le ocurria. El hombre, de 51 años, que trabajaba en la empresa desde hacia 30, sufrió un paro cardiaco en una oficina que compartía con 23 trabajadores. El lunes llego al trabajo, pero nadie notó que no se marchó hasta que el sábado el de la limpieza le preguntó qué hacia allí en fin de semana. El jefe del fallecido declaro que siempre era el primero en llegar y el ultimo en marcharse, por lo que a nadie le extraño que estuviera todo el tiempo en su sitio sin moverse y sin decir nada. Era bastante reservado y su trabajo lo absorbía. Un examen post mortem reveló que llevaba muerto cinco días tras sufrir un infarto”. El profesor concluyo la clase con un consejo: no llegar el primero a la oficina, no irse el ultimo y no trabajar demasiado. ¡Nadie se dará cuenta!
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