LA CORRUPCIÓN SE SUMA A LA CRISIS COMO RIESGO PARA EL PAÍS
Urdangarín, Camps, Matas, Garzón y Blanco amenazan la reputación de la 'marca España'
Iñaki Urdangarin, y el ex-presidente del Gobierno de Baleares, Jaume Matas. (EFE)
Alberto Mendoza “El Gobierno sabe perfectamente lo que tiene que hacer para mejorar la reputación de España”. Así se pronunció Mariano Rajoy hace una semana, acuciado por la última rebaja de calificación de Standard & Poor’s. Ante la erosión producida por la crisis, el fortalecimiento de la marca país se ha convertido, al menos aparentemente, en una prioridad política. Sin embargo, a la economía se han sumado la corrupción y la inseguridad jurídica como nuevas amenazas para la imagen internacional de España.
Los procesos judiciales contra Iñaki Urdangarín, Francisco Camps yJaume Matas, junto a casos como Gürtel o la operación Campeón, cuyo protagonista, el ex ministro José Blanco, ha sido citado a declarar el próximo jueves, han recuperado la estampa de un país mediterráneo contaminado por la corrupción en todos sus estratos, desde los ayuntamientos a la Familia Real. Asimismo, el impacto del juicio a Baltasar Garzón ha sembrado dudas sobre la calidad del sistema judicial, ya sea por no haber detectado a tiempo su conducta prevaricadora, o, en caso de ser inocente, por haber puesto en peligro la independencia de un magistrado.
Y es que, medios como The Economist, Financial Times, Washington Post,CNN, The Boston Globe o The Guardian se han hecho eco de estos casos, desgastando uno de los pilares del prestigio de España. Tal vez por ello, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se aventuró esta semana a proponer que los gestores públicos afronten “responsabilidades penales”, si no garantizan el equilibrio presupuestario. “Lo que no es correcto son las facturas en el cajón, la falta de transparencia y acumular deudas que se vuelven impagables”, afirmó. Por su parte, el PP ultima un cambio en sus estatutos para obligar a dejar el cargo público a quien tenga un procedimiento judicial que dañe al partido o a la institución a la que pertenezca.
De este modo, Rajoy trata de prestigiar al PP, que ha visto como dos de sus expresidentes autonómicos están sentados en el banquillo, pero también a toda la clase política, considerada dentro y fuera de nuestras fronteras, uno de los principales problemas. De acuerdo con el estudio La reputación de España en el mundo 2011, elaborado por Reputation Institute, la “calidad institucional” es una de las debilidades de nuestro país a la hora de compararlo con los integrantes del G-8, que nos superan en este atributo clave. En un ranking más amplio de 50 naciones, España ocupa el puesto 16º, lejos del liderazgo que disfruta Suiza en esta materia.
Además, el citado informe refleja una caída de prestigio en el capítulo “entorno político e institucional” desde el puesto 16º de 2010, al 17º de 2011; mientras que en “uso eficiente de los recursos públicos”, España también debe conformarse con el 17º lugar, fuera del cuadro de honor de los países más desarrollados.
Según Fernando Prado, director de Reputation Institute para España y América Latina, el entorno político e institucional supone más de un tercio en la valoración global de un país, por lo que pude llegar a ser determinante. Buen ejemplo de ello es el deterioro de la percepción sobre México, que debido a la guerra contra el narcotráfico ha retrocedido 6 puestos, así como la notable mejora que ha experimentado Chile tras el mediático rescate de los mineros en 2010.
Un país para divertirse
No obstante, Prado destacó que “la reputación de España es buena entre el público general, ya que esa percepción viene dada por diferentes variables como el estilo de vida, el entorno natural o la cultura”. “Es cierto que hemos sufrido en la parte económica, pero al no ser el único ángulo, no nos ha afectado de una manera tan rotunda. Seguimos teniendo la misma historia o cultura”, señaló este experto.
En efecto, en el ranking global de 50 países, nuestro país resiste en el número 16, junto a Reino Unido, Irlanda o Italia, y por encima de potencias como Estados Unidos, Francia o Brasil. Aunque el problema viene al comprobar la valoración en materias como el entorno económico, el reconocimiento de las empresas y marcas españolas, la calidad de sus productos y servicios o la tecnología. “Las variables en las que mejor aparece España corresponden con el carácter de la gente, el estilo de vida, las opciones de ocio y entretenimiento, la seguridad, la naturaleza o la cultura. Pero aparecemos peor, por ejemplo, en investigación, desarrollo e innovación”, sostuvo Prado.
En este sentido, la percepción de España sigue ligada a viejos tópicos, obteniendo una excelente valoración en atributos considerados “blandos”, pero sin conseguir fortalecer su perfil económico y competitivo. O dicho de otra manera, se sigue recomendando como un país para divertirse, pero no para trabajar o invertir
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