“Habrá razones de Estado que justifiquen el caso Faisán”.
El ex secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, es un hombre con pocas certezas y muchas dudas. Alejado de los focos y cumplidas ya sus cuentas con la Justicia, Vera dedica su exilio político a seguir atentamente la lucha antiterrorista, un asunto que, desde la distancia, le sigue apasionando tanto como en los años en los que fue número dos del Ministerio del Interior. De hecho, de vez en cuando alguna empresa le pide su opinión. Cuando se trata de otros temas, guarda cautela y mide muy bien sus palabras. “No sé si hablar me perjudica o me beneficia”.
¿Está cerca el fin del terrorismo de ETA?
Yo mantengo que, en estos momentos, estamos en la fase de la agonía. Pero las agonías pueden ser largas y, sobre todo, pueden ser dolorosas. Probablemente, el mundo político de ETA no acaba de soltar amarras porque le preocupa que eso que se llama ETA sea sustituido por otra cosa diferente que sea el germen, en el futuro, de otro movimiento político de corte radical e independentista. Están intentando que esa separación sea paulatina y no cause problemas en el seno del propio mundo político de ETA. Vamos a ver quién es capaz de tirar del carro y ser el Gerry Adams del País Vasco. Yo ahora mismo no lo veo. Nadie tiene la suficiente personalidad. Habría que reunir a dos o tres de los líderes de ese mundo para crear una persona capaz de arrastrar a ETA y al mundo de Batasuna. Podría tener algo de Rafael Díez Usabiaga, Arnaldo Otegui, Rufi Echevarría y quizá de Iñigo Iruín, que siempre me ha parecido una de las mentes más inteligentes de ese mundo.
¿En su época ya se controlaba el bar Faisán?
El bar Faisán ha sido siempre una referencia para el pago del impuesto revolucionario y de secuestros. Ahí iban muchos familiares y abogados de empresarios secuestrados por ETA para buscar una vía de penetración en Francia y de contactos con ese mundo. Los etarras se movían entonces por Francia a cara descubierta y los contactos se hacían en las cafeterías y bares de Hendaya y San Juan de Luz, en la misma frontera. Yo recuerdo algunas conversaciones intervenidas en el bar Faisán muy interesantes, sobre todo cuando teníamos en marcha la Operación Azkoiti (José Luis Arrieta, Azkoiti), que era un famoso de ETA encargado de las finanzas cuando la Operación Sokoa. Ahí tuvimos algún encuentro con personajes de ese mundo procedente de Francia y algún político destacado del PNV que ha fallecido recientemente y que tenía muy buen contacto con los históricos de ETA.
¿Es comprensible que la policía avise a un terrorista de que va a ser detenido?
En eso soy muy cuidadoso. Habrá razones más que suficientes, razones de Estado de una importancia que supera al mero escándalo o anécdota y que, por tanto, respeto. Tampoco me parece bien que el Partido Popular haga de este asunto una cuestión importante. En fin, no volvamos otra vez a complicar las cosas en materia antiterrorista. Y si el señor Rajoy tiene que preguntar algo que no se sepa, que se dirija a Rubalcaba o a Zapatero y que le pida explicaciones en privado.
Eso no lo entenderá nunca el ciudadano...
Es que a lo mejor no ha sido así. Habrá que enterarse de cómo y quién ha sido, de la circunstancias... A mí me parece que es preferible que eso sea una pregunta que se haga dentro del consenso que existe en materia antiterrorista, antes de convertirlo en un escándalo que no beneficia a nadie.
¿Quién está ahora al mando de ETA?
Los cambios que se están produciendo son muchos y con mucha frecuencia. Yo diría que hay más de una ETA, aunque al final todo termine en algún aparato que coordina. Tengo la sensación de que es tal la debilidad que tienen, que están como desmembrados por la obsesión de la seguridad. Esa obsesión, porque saben que en Francia les persiguen de día y de noche, les tiene con una descoordinación notable. No hay una cabeza visible como en los últimos tiempos lo fue Txeroki o en el pasado, Txomin.
¿Qué fue de Josu Ternera?
Yo creo que está vivo y, probablemente, muy enfermo. En los últimos tiempos ha intentado jugar un papel en la línea de los históricos de ETA para buscar una fórmula para separarse de la actividad terrorista y controlar desde dentro ese mundo, sobre todo el mundo de los que está al otro lado de la frontera. Parecía que iba a tener éxito, pero ha fracasado. Los jóvenes de la kale borroka, los que se han unido a la actividad terrorista en los últimos años, son los que han terminado mandando y Josu Ternera ha quedado al margen.
Usted se sentó con el dirigente etarra Txomin en las fallidas conversaciones de Argel. Desde la experiencia de aquel fracaso, ¿entendió que Zapatero volviera a intentar otra negociación con ese mundo?
Zapatero arriesgó mucho en el plano personal. Primero, porque daba la impresión de que la responsabilidad de la negociación la tomaba él y, en segundo lugar, porque tenía una información que luego resultó no ser exacta. O le engañaron a Zapatero y no le dieron toda la información, o Zapatero intentó arriesgar todo lo que podía y llegar hasta el abismo porque pensaba que merecía la pena y que había que hacerlo. Yo no sé que hubiera hecho en su caso. Creo que esas cosas hay que intentarlas, pero dentro siempre del Ministerio del Interior.
Me llama mucho la atención que el Gobierno cambiase tanto de negociadores, que fueron muchos y diversos. Se tendría que haber mantenido esa naturaleza policial de Interior. En Argel, ETA negociaba como si fuera el Ejercito de Liberación del Pueblo Vasco y lo lógico es que negocie con quienes le están combatiendo, que son la Policía y la Guardia Civil, no los políticos. Lo que planteaba aquella propuesta de Anoeta con las dos mesas, una política y otra para hablar de la situación de los presos, sería lo que se puede hacer. Pero eran ellos también los que querían negociar las cuestiones políticas, Otegui y compañía estaban simplemente de voceros de lo que ETA les estaba diciendo.
En Argel, las conversaciones se rompieron en cuanto la banda intentó negociar aspectos políticos. ¿Zapatero dio un paso más al negociar con ellos en ese ámbito?
Hubo un momento en el que parecía que estaban entrando en cuestiones políticas de mucho calado, pero al final se ha demostrado que no ha sido así, que las conversaciones que hubo, aunque se habló en algún momento de aspectos políticos, no entraron en puntos concretos.
Zapatero arriesgó mucho quizá porque, como dice el ex ministro Carlos Solchaga, el presidente vive “en un mundo presidencialista” en el que trata “como secretarios” a sus ministros...
Zapatero no tenía la información correcta o intentó hacer un esfuerzo. Muchas veces, hacer declaraciones como las que él hacía influía a la hora de crear un clima de paz. Quizá el que no lo tenía que haber hecho era el presidente del Gobierno, que arriesgaba mucho.
Han cambiado mucho las cosas en la vida política. Yo estuve en una etapa especial que no se ha prolongado después y que era una etapa de anormalidad porque estábamos en la Transición y, por tanto, eso no podía durar mucho. Ahora estamos en un periodo aburrido de la vida política. Probablemente la democracia acaba siendo aburrida porque es un sistema muy sólido. A mí me parece que Zapatero es un hombre con muy buena voluntad, que hace lo que buenamente cree que debe hacer dentro de un programa de centro-izquierda, pero que tiene algunos ministros que no le siguen. Debería haber un equipo de ministros más fuerte, más sólidos, del nivel de Rubalcaba.
El presidente ha ido dilapidando, uno a uno, a los ministros más válidos de su gabinete. El último, Pedro Solbes...
Sí que hay ministros en el actual gabinete que son gente destacada, pero a veces parecen temerosos de asumir un cierto protagonismo, siempre están al rebufo de lo que dice el presidente. Creo que es una cosa espontánea por un exceso de respeto a la autoridad de Zapatero. Están siempre pendientes de lo que el presidente diga para confirmarlo o para ampliarlo. Los ministros deberían tener más presencia en la prensa y cubrir al presidente en determinadas ocasiones para que él no se queme tanto. Cuando Zapatero sale en exceso y habla de todo, termina asumiendo un papel exagerado. El presidente tiene que coordinar, dirigir, marcar las pautas del Gobierno, pero no ser portavoz de cada ministerio. Ése es el problema que tiene Zapatero, pero puede que no sea decisión suya, sino que se vea obligado a hacerlo porque los ministros tienen cierta timidez a manifestarse antes de que él lo haga.
Zapatero ha convertido las comisiones ejecutivas del partido en una balsa de aceite, ¿ha anulado también el debate interno en el PSOE?
Hay una unanimidad entre lo que dice el partido y lo que dice el Gobierno. Antes no era así, había matices sin que hubiese una discordancia notable. Debería haber más debate trasladado a la opinión pública para que ésta conociera las reflexiones internas que hace el partido. Al fin y al cabo el partido es un altavoz de lo que opinan determinados sectores de la opinión pública.
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