Joaquín Arozamena en PD
¿Fabula el senador vasco en su historia?
Anasagasti insinúa que el Rey estaba en el ajo del golpe del 23-F
¿Qué dice Sabino según transcribe Iñaki la ‘confidencia de Jovellanos’? Que el Rey lo sabía todo
La Gaceta, 27 de febrero de 2013 a las 08:02
El senador nacionalista vasco Iñaki Anasagasti, el “Pasmo de Cumaná” (por su origen venezolano), ha revuelto el corral patrio con una explosiva entrada de su blog donde afirma saberlo todo sobre el golpe del 23-F -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
La revelación le vino al recibir de un prójimo de nombre en clave Jovellanos ciertos papeles que, a su vez, serían transmisión de determinados “Recuerdos” escritos por el que fuera jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo.
Anasagasti, por cierto, escribe más que El Tostado, porque su blog tiene varias entradas largas todos los días. Es lo que tiene ser senador: que te da tiempo para todo. Pero volvamos al hilo de nuestro asunto: el 23-F.
¿Qué dice Sabino según transcribe Iñaki la confidencia de Jovellanos? Que el Rey lo sabía todo. O sea, que estaba en el ajo. Que el golpe lo iba a dar él, en suma. Que aquella tarde, justo después de la entrada de Tejero en el Congreso, el Rey habló con el general Alfonso Armada. Que este dijo al Rey algo sobre lo que estaba ocurriendo. Que el Rey se sobresaltó porque en el plan previsto no entraban los tiros ni la intimidación ejercida sobre los diputados.
Esto habría escrito Sabino: “¿Qué significaba lo de “no estaba previsto”? ¿Por qué el Rey aparentaba estar tranquilo conmigo y no con Armada? ¿Qué era aquello? ¿Era la acción individual del loco Tejero? ¿Era un Golpe de Estado? ¿Era la cabeza de puente de otra cosa mucho más seria?... ¡Y las dudas inundaron mi cabeza!”.
Entonces, Fernández Campo habla con el capitán general de Madrid, y después con el jefe de la Acorazada, Juste, y habla con el Cesid, y llega a la conclusión de que Armada está detrás de todo.
Y va a contárselo al Rey cuando... Este es el fragmento más inflamable, puesto en boca de Fernández Campo, sobre los sucesos que ocurrieron en el palacio de la Zarzuela aquella noche del 23 de febrero de 1981: “Con ‘todas las moscas detrás de la oreja” –habría escrito Fernández Campo–, me dirigí de nuevo al despacho de Su Majestad y cuando entré me llevé la sorpresa de la noche; qué digo, la sorpresa de mi vida.
Porque allí se estaba brindando. Y eso me nubló la mente y me enfureció. Así que, y ya sin protocolos, me dirigí a Su Majestad y sin pensarlo le dije mirándole de frente: –¡Señor!... ¿Está usted loco? Estamos al borde del precipicio y usted brindando con champán –y casi grité– ¡Señor!, ¿no se da cuenta de que la Monarquía está en peligro? ¿No se da cuenta de que puede ser el final de su Reinado?
¡¡¡Recuerde lo que le pasó a su abuelo!!! Entonces la cara del Rey cambió de color y vi cómo sus manos le empezaron a temblar y en voz casi inaudible mandó salir a los allí presentes, que de inmediato abandonaron el despacho. Todos, menos la Reina, que tenía cara de póker.
Una vez solos, Su Majestad se vino hacia mí, y tembloroso y casi llorando, me tomó de las manos y en tono suplicante me dijo: –¡Sabino, por favor sálvame! ¡Sálvame, salva a la Monarquía, ahora mismo no sé lo que hago ni qué decir! –Majestad, vamos a tranquilizarnos todos. No es el momento de pesares. Usted mismo me decía antes que no había que perder la calma en los momentos difíciles. Lo que hay que hacer es tratar de controlar la situación y para ello es fundamental hablar con los Capitanes Generales.
Le advierto de que la Brunete ha tomado ya Televisión Española y Radio Nacional. –¡Lo sabía, lo sabía! ¡Yo lo sabía! –¿Qué sabía, Señor? –Lo que iba a pasar. En ese momento, la Reina se levantó y sin decir nada salió del despacho. Y yo me derrumbé. Me temblaban las piernas. Entonces, el Rey se sentó en su mesa y apoyó su cabeza entre las manos.
Yo me senté enfrente y esperé unos segundos antes de hablar. –Señor, no sé lo que Su Majestad sabía, pero fuere lo que fuere, ahora lo que hay que hacer es parar esta locura. Si triunfa “eso”, la Monarquía caerá como cayó la de su abuelo. –Sí, sí, tienes razón. Por favor, habla tú con los Capitanes Generales y haz lo que puedas. –No, Señor, con los Capitanes Generales tiene que hablar el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, y ese honor le corresponde a Su Majestad. –Sí, tienes razón... pero, no te vayas de aquí. Y allí permanecí mientras el Rey hablaba...”.
Fin de la cita, que no del texto. La imagen de un rey Juan Carlos completamente desarbolado, veleta, tan pronto exaltado como hundido, brindando con champán y enseguida acobardado, es de lo más cruel que se ha publicado sobre el 23-F. Y Anasagasti digo yo que se estará tronchando de la risa.
Al relato de Jovellanos que Anasagasti publica, bastante más largo que el fragmento transcrito, se le pueden poner muchas objeciones. Por ejemplo, que en otro momento del texto habla del Cesid como “la Casa”, cuando entonces nadie lo llamaba todavía así.
También que el Rey habló esa noche con el capitán general de Sevilla, Merry Gordon, pero este general se hallaba fuera de combate por una indisposición dipsomaniaca. Asimismo, aparecen trabucados los apellidos de personas a las que Sabino conocía bien.
O sea, que hay razones para pensar que el texto es apócrifo. Pero no cabe duda de que el Pasmo de Cumaná, con esta historia, ha logrado estar en boca de todo el mundo. Saque usted sus propias conclusiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario