01/09/2007
“El carisma del Rey no se hereda”
Sorprende que The Times en el décimo aniversario de la muerte de Diana hablara del futuro incierto de la Corona española
No deja de ser sorprendente que ayer que se conmemoraba –entre polémicas, desavenencias y divisiones-, en una capilla cercana al palacio de Buckingham, el décimo aniversario de la muerte de Diana, princesa de Gales, o princesa del pueblo, el para algunos venerable rotativo The Times –cuyo propietario actual es el magnate neocon Murdoch- se dedicara a pronosticar un futuro más bien incierto para la Monarquía española.
Ocurre que la ejemplaridad de la familia real británica en casi todas sus dimensiones se encuentra desde hace mucho tiempo bajo mínimos. El relato de su trayectoria conduce de forma inexorable al género del culebrón. Entre sus aspectos más rancios o grotescos sobresale el hecho de que el Rey o la Reina sea la máxima autoridad de la Iglesia anglicana, instaurada en 1534 por Enrique VIII, un tipo no precisamente virtuoso, compulsivo cortador de las cabezas de sus diversas esposas. Institución anacrónica En la práctica, el jefe de los anglicanos es el arzobispo de Canterbury. El anacronismo –que es inherente a cualquier régimen coronado- continúa, pues, vigente en el Reino Unido. Tenía razón, sin duda, el zar Alejandro cuando hablando con Napoleón, paradójico emperador surgido de la Revolución francesa, le dijo: “Qué pocas probabilidades hay de que un hombre llamado al trono por el azar del nacimiento tenga los talentos necesarios para gobernar”. Este diálogo puede leerse en el libro de Stendhal, ferviente partidario de Bonaparte. Meros símbolos Ni en Gran Bretaña ni en España, los reyes gobiernan. Reinan pero no gobiernan. Son soberanos sin soberanía. El concepto de súbditos pertenece al pasado. No queda en Europa un solo Rey o Reina cuyo mandato no sea ni un milímetro más que simbólico. Es verdad que la Monarquía parlamentaria y constitucional ha convertido a los reyes en meros símbolos. Esto explica que en pleno siglo XX pueda aún mantenerse una institución técnicamente obsoleta, cuya línea sucesoria pasa por la biología y no por las urnas. Más allá de la oportunidad Pero, más allá de la oportunidad o no de la crónica del Times, firmada por Thomas Catan, no sería tarea precisamente fácil desmentir las valoraciones contenidas en el texto citado. Somos muchos, en todo caso, los que partimos de la premisa de que Juan Carlos de Borbón hizo todo aquello que debía hacer para borrar sus orígenes franquistas. Hizo muy bien los deberes durante la Transición y, más aún, en la infausta noche del 23-F. Tardía e insuficiente En cambio, el monarca ha bajado paulatinamente su nota en otras asignaturas, entre otras cosas debido a la absoluta falta de transparencia que hay en el capítulo de los presupuestos generales del Estado destinados al Rey y a la Casa Real. La designación de un interventor para controlar tales gastos ha sido tardía e insuficiente. El perfil de la Corona Su “lujoso estilo de vida” y su “reputación de playboy”, junto a casos como el del proceso judicial contra la revista satírica El Jueves por la viñeta sobre el príncipe Felipe y la princesa Letizia, no favorecen el perfil de la Corona desde una perspectiva democrática. No parece equivocarse el diputado de ERC Joan Tardà cuando declara al diario londinense que “el tabú de la Monarquía está empezando a desaparecer”. Discutible ¿El Rey ha perdido el favor de los españoles, como apunta The Times? Es discutible. Son mayoría los españoles que se manifiestan más juancarlistas que monárquicos. La cuestión es otra. ¿Aceptarán los españoles que el príncipe Felipe sea Rey? Es decir, ¿aceptarán la continuidad de la Monarquía? El recién fallecido José Luis de Villalonga, hombre de confianza del Rey y biógrafo suyo, sostenía lo siguiente, según El Periódico de Catalunya: “Felipe tiene un problema gordo, gordo: el carisma del Rey no se hereda. El hijo, lo que puede hacer es imitarle, lo que sería malo a la fuerza, y lo que le queda es ser él mismo”. E.S.
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